(Este escrito es producto de la última noche de clases en el Taller de cuento I. Los segmentos sombreados corresponden a los títulos de los cuentos finales de cada uno de mis compañeros.)
Anoche fue una noche maravillosa llena de emociones. Salí del salón henchido de agradecimiento. Sentí el cariño de parte de todos y llegué a casa como llega un padre que crea conciencia de que trae al hogar el fruto de su amor, Con su hallazgo en brazos. Al abrir la puerta, me di cuenta de que había cerrado otro capítulo más en mi vida y no sentía pena sino alegría. Gran paso de avance. En agradecimiento, traté de orar y sólo llegué hasta En el nombre del padre y del hijo porque me quedé dormido.
Hoy me levanté algo aprehensivo creyendo que tendría el mismo Deja vu de todos los años y que sería un año más, pero recordé que soy el creador de mi destino. De algo estaba seguro hoy: iba a Huir de los espejos para no ver las huellas de lo vivido en mi cara. Por un momento caí en la trampa de ponerme a meditar en mi Ontogénesis. Noté que comenzaba a deprimirme por la cantidad de años que cumplía y decidí seguir Los consejos de un amigo peligroso y hacer como Temístocles: crear mi propio paraíso y Perderme pero no con Afrodita. Llamé a Rosa porque quería compartir sin Límite Las epístolas de la campana y poner en práctica su consejo: sonar la felicidad. No sé si serán las Causas del destino, pero he decretado que pasaremos un día inolvidable. Acordamos que, en la tarde, nos sentaríamos en el borde que rodea la puerta de San Juan y que nos imaginemos que disfrutamos de Un atardecer en Tampico, lugar donde nos conocimos. Tengo sumo interés en que ella me conteste: ¿de qué forma podría entenderse nuestro encuentro si no es por las causas del destino?
Gracias a todos y a todas. El placer y el privilegio ha sido mío.
Me despido como lo haría Rocío Durcal al cantar la canción del Divo de México Juan Gabriel:
Fue un placer conocerte…
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