lunes, 18 de abril de 2011

Venganza natural

Gustaba comerse las frutas congeladas porque tardaba más; lo que le saciaba el hambre y terminaba comiendo menos. Tenía en la mano una naranja congelada y estaba presta a partirla en cuñas para devorarlas cuando se le resbaló de las manos. Al caer al piso hizo un ruido como cuando el plomo da contra cualquier superficie. Agarró la naranja y palpó su dureza. Fue ahí que pensó: «Esta naranja podría ser un arma mortal para un crimen perfecto. Con esta naranja podría cobrarme todas infidelidades y vejaciones a las que mi marido me ha sometido por estar en sobrepeso. Podría darle por la sien y quedaría tieso y nadie pensaría que…».
La policía se encontraba frente a la puerta del apartamento 1543 tras haber recibido una llamada anónima donde indicaban que emanaba un fuerte hedor a carne podrida de dentro de la vivienda. Como nadie contestó luego de llamar varias veces, los policías rompieron la puerta y entraron con armas en mano. Ya adentro, se toparon con el cuerpo de un hombre que parecía llevar muerto varios días tirado en el piso de la cocina y a punto de reventar. Buscaron en todo el apartamento y no encontraron nada que les indicara qué había pasado ni ningún arma mortal. Uno de los policías dijo: «Teniente, parece que esto es una muerte natural. Mi teoría es que el sujeto sufrió un ataque al corazón, al caer —como este espacio es tan pequeño­­—, la cabeza dio contra algo y murió. Tiene un moretón en la sien».
—Afirmativo, Ramos. Yo creo que eso es así —se escuchó decir al teniente.
       El cadete recién salido de la academia, que revisaba la cocina, se percató de una naranja que se pudría en el piso. Sin pensarlo y de manera automática, la agarró y la tiró en el cesto de la basura.

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