Después de mucho analizar y evaluar, he concluido que el manual que siguen los políticos para dirigir y trabajar con nuestro Puerto Rico es el folleto con las instrucciones del juego Monopolio, el jueguito de bienes y raíces.
Vamos a ver: ¿cuál es el propósito de jugar Monopolio? ¿Acaso no es tratar de que el adversario se vaya a la quiebra? ¿Acaso no es convertirse en el jugador más rico mediante la compra, venta y alquiler de propiedades? Los recursos para hacerse millonarios son la construcción de casas y los hoteles. ¿Acaso no suena familiar?
El Monopolio tiene unas figuritas, que son las que identifican a cada jugador. Tienen un sombrerito, una carretillita, un carrito y así sucesivamente. En el modelo puertorriqueño, tenemos una pavita, una palmita, una guagüita --que va en reversa hace muchisísimo rato, un coquicito y una bandera. La aberración extraordinaria es la palmita azul. ¿Azul?, habrase visto. Sólo falta que ahora salga la vía azul y se pinten las montañas de nuestra cordillera de azul tsunami. Bueno, pero así es el cambio.
Volvamos al asunto en cuestión. El juego de Monopolio tiene una serie de propiedades que pertenecen al banco. En el monopolio criollo, Puerto Rico es el banco. La intención es despojar al banco de todas las propiedades vendiéndolas al mejor postor. ¿Todavía no les parece familiar?
El banquero es un jugador que debe ser buen subastador; oséase, que su finalidad es vender todas las propiedades del banco. (Recuerden que el banco es Puerto Rico.) Se supone que tenga buen control para no mezclar el dinero personal con las arcas del banco. En teoría. El banquero, cuando algún jugador rechaza alguna propiedad, la lleva a subasta para que los demás jugadores liciten y así el mejor licitador se apropia del bien. La venta de propiedades la hacen los jugadores entre sí y los acuerdos son según le convenga a ambos. No sé por qué, en este momento, me acuerdo de Paseo Caribe y de De Castro Font.
Otro dato interesante es que las propiedades tienen diferentes precios dependiendo del área. El lateral más próximo al Go, para mí representa los residenciales. Son las propiedades que menos valen. Por lo regular, son los avaros los que se interesan en ellas porque lo quieren poseer todo, por ejemplo, los alcaldes.
En los próximos laterales aparecen los servicios públicos. Aquí el que posea los servicios básicos, la luz y agua, puede doblar la cantidad que va a facturar, digo, cobrar a sus adversarios. Los cuatro trenes, quien los tenga todos puede aumentar el precio doblando el mismo por cada propiedad que tenga. Puerto Rico ya tiene uno: el tren urbano. Vamos a ver quién lo va a comprar. No tenemos trenes, pero tenemos peajes que ya tienen dueño.
Cuando cualquier jugador llega al espacio de los impuestos, tiene la opción de pagar el 10% de todas sus propiedades o pagar el tope que son $200. Sólo se les quedó el recurso de las amnistías para los que no pagan. ¿Todavía no suena a ¡ay, bendito!? En caso de que un jugador tenga que ir a la cárcel, si tiene el pase de visita no más, no irá a la cárcel. En el caso de Puerto Rico, la tarjetita se llama “padrino”.
El cuarto lateral que también está más cerca del Go, son las propiedades más caras. El Paseo Tablado se podría comparar con el Condado, La puerta al mar o con la Fortaleza. Son las propiedades que todos aspiran poseer.
Las tarjetas que aparecen en Casualidad y en Arca comunal, según las instrucciones, los jugadores las roban. ¡Ahora caigo! Por eso es que los que se encaraman en el poder se sienten con derecho a robarle al Pueblo. Por eso es que la justificación es que todo el mundo roba.
Por último, el juego de Monopolio no lo juega todo el mundo. El número es limitado, por lo que, en un grupo grande --en un pueblo--, los demás se quedan de espectadores con expectativas de jugar. Igualito que en Puerto Rico. Son los mismos, siempre son los mismos; los mismos de la otra vez lo que se hacen más ricos jugando el juego de la política puertorriqueña; digo, del monopolio.
Vamos a ver: ¿cuál es el propósito de jugar Monopolio? ¿Acaso no es tratar de que el adversario se vaya a la quiebra? ¿Acaso no es convertirse en el jugador más rico mediante la compra, venta y alquiler de propiedades? Los recursos para hacerse millonarios son la construcción de casas y los hoteles. ¿Acaso no suena familiar?
El Monopolio tiene unas figuritas, que son las que identifican a cada jugador. Tienen un sombrerito, una carretillita, un carrito y así sucesivamente. En el modelo puertorriqueño, tenemos una pavita, una palmita, una guagüita --que va en reversa hace muchisísimo rato, un coquicito y una bandera. La aberración extraordinaria es la palmita azul. ¿Azul?, habrase visto. Sólo falta que ahora salga la vía azul y se pinten las montañas de nuestra cordillera de azul tsunami. Bueno, pero así es el cambio.
Volvamos al asunto en cuestión. El juego de Monopolio tiene una serie de propiedades que pertenecen al banco. En el monopolio criollo, Puerto Rico es el banco. La intención es despojar al banco de todas las propiedades vendiéndolas al mejor postor. ¿Todavía no les parece familiar?
El banquero es un jugador que debe ser buen subastador; oséase, que su finalidad es vender todas las propiedades del banco. (Recuerden que el banco es Puerto Rico.) Se supone que tenga buen control para no mezclar el dinero personal con las arcas del banco. En teoría. El banquero, cuando algún jugador rechaza alguna propiedad, la lleva a subasta para que los demás jugadores liciten y así el mejor licitador se apropia del bien. La venta de propiedades la hacen los jugadores entre sí y los acuerdos son según le convenga a ambos. No sé por qué, en este momento, me acuerdo de Paseo Caribe y de De Castro Font.
Otro dato interesante es que las propiedades tienen diferentes precios dependiendo del área. El lateral más próximo al Go, para mí representa los residenciales. Son las propiedades que menos valen. Por lo regular, son los avaros los que se interesan en ellas porque lo quieren poseer todo, por ejemplo, los alcaldes.
En los próximos laterales aparecen los servicios públicos. Aquí el que posea los servicios básicos, la luz y agua, puede doblar la cantidad que va a facturar, digo, cobrar a sus adversarios. Los cuatro trenes, quien los tenga todos puede aumentar el precio doblando el mismo por cada propiedad que tenga. Puerto Rico ya tiene uno: el tren urbano. Vamos a ver quién lo va a comprar. No tenemos trenes, pero tenemos peajes que ya tienen dueño.
Cuando cualquier jugador llega al espacio de los impuestos, tiene la opción de pagar el 10% de todas sus propiedades o pagar el tope que son $200. Sólo se les quedó el recurso de las amnistías para los que no pagan. ¿Todavía no suena a ¡ay, bendito!? En caso de que un jugador tenga que ir a la cárcel, si tiene el pase de visita no más, no irá a la cárcel. En el caso de Puerto Rico, la tarjetita se llama “padrino”.
El cuarto lateral que también está más cerca del Go, son las propiedades más caras. El Paseo Tablado se podría comparar con el Condado, La puerta al mar o con la Fortaleza. Son las propiedades que todos aspiran poseer.
Las tarjetas que aparecen en Casualidad y en Arca comunal, según las instrucciones, los jugadores las roban. ¡Ahora caigo! Por eso es que los que se encaraman en el poder se sienten con derecho a robarle al Pueblo. Por eso es que la justificación es que todo el mundo roba.
Por último, el juego de Monopolio no lo juega todo el mundo. El número es limitado, por lo que, en un grupo grande --en un pueblo--, los demás se quedan de espectadores con expectativas de jugar. Igualito que en Puerto Rico. Son los mismos, siempre son los mismos; los mismos de la otra vez lo que se hacen más ricos jugando el juego de la política puertorriqueña; digo, del monopolio.
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