jueves, 30 de diciembre de 2010

Las doce cosas que me sacan por el techo

1.    Que me inviten a una fiesta con la condición de que lleve la guitarra
2.    Que me hagan participar del “amigo secreto” para luego quedarme sin regalo
3.    Que me inviten a cenar y luego me entere que voy a pagar la cuenta
4.    Que tenga que preparar la comida para la oficina de alguien que me comprometió a hacerla sin mi consentimiento
5.    El ruido de los petardos y las bombas de fin de año
6.    La gente envidiosa y copiona
7.    La gente que no es asertiva y no asume responsabilidad
8.    La obligación de hacer cualquier cosa
9.    La locura navideña
10.  La gente que espera a última hora para querer las cosas para ayer
11.  La gente falsa
12.  Los aduladores

martes, 14 de diciembre de 2010

El tío Bardín


De joven, se mudó a Chicago porque trabaja con la Compañía Nabisco. Periódicamente, nos visitaba y se quedaba a dormir con nosotros, específicamente en mi cuarto. La primera noche de su llegada, mi tío se sentaba a tomar cervezas hasta que quedaba casi en estado inconsciente.  Una de esas noches, entré al cuarto y me preguntó: «Nene, ¿y qué tú haces aquí?». Yo, como buen sobrino, le seguí la corriente y le dije que estaba con mi mamá. (Mi papá estaba trabajando, así que no dije mentira.) De inmediato preguntó que a qué hora llegamos. No recuerdo la hora que le dije, pero mi madre ya tenía la oreja parada, entró en el cuarto, lo sacó de la inconciencia y a mí del cuarto.  Fuera del cuarto, las carcajadas se oían por toda la casa porque no podía contenerme de la risa. Dentro de su borrachera, Bardín creyó que mi mamá y yo habíamos viajado a Chicago y que nos encontrábamos en su casa.

Con los años, mi tío se retiró y regresó a vivir a Puerto Rico. Antes de mudarse a El Falansterio, vivió un sinnúmero de años en un edificio al lado del Teatro Sylvia Rexach. Tenía un metal de voz fuerte y un cantaíto al hablar muy particular. No sé por qué, pero nunca aprendió a decir «doctor», sino que decía «dotor».

De las veces que vi La verdadera historia de Pedro Navaja, me pareció escucharle porque José Félix Gómez, en el papel de Pedro Navaja, lo imitaba a la perfección. Mi teoría es que José Félix lo escuchó y copió su estilo para crear su personaje.

Como el apartamiento que tenía en Puerta de Tierra era alquilado, a sugerencia de mi madre, Bardín compró un apartamiento en la letra «C» de El Falansterio, el edificio contiguo al que nosotros vivíamos. 

Siempre que salía con mi familia, me lo llevaba. Mi papá y él tenían los mismos gustos: le gustaba la cerveza y eran fanáticos del PPD. Más bien parecían hermanos porque siempre se pasaban pegándose vellones uno al otro. 

En una ocasión luego de que mi padre muriera, tuve que llevar a mi madre y a Bardín a Jayuya porque el hermano mayor y compadre de mi madre había muerto. Irónicamente, murió el Día de las Brujas. Como era día de semana, les dije que los llevaría hasta Jayuya, pero ellos deberían regresar en carro público. Para este tiempo, la ruta que utilizaba para llegar a Jayuya era la ruta de Frontón, un barrio de Ciales. Mi intención era llegar lo más rápido posible porque quería regresar temprano. A mitad de viaje, mi tío grita: «PÁRATE AQUÍ, PÁRATE AQUÍ». Me detuve e inmediato y le pregunté qué pasaba. Me dijo: «Déjame salir, avanza». Pensé que le había pasado algo, pero no. Salió del carro dando un salto se metió en una barra que acabábamos de pasar. Allí pidió dos cervezas y se las tomó de un tirón. Cuando iba para la tercera, le dije que o se montaba en carro o allí lo dejaba. Canceló la tercera cerveza y regresó al carro. Desde esa vez me difamó diciendo que no se montaba más conmigo porque lo llevaba siempre como entierro de pobre.

Bardín tenía varios hijos de matrimonios distintos. Tenía una hija, la mayor, llamada Juana Marta que vivía en Connecticut. Una mujer negra como la noche y con ojos grandes, pero con un cuerpo de mulata entrada en carnes impresionante. De los hijos, Juana Marta era la más que lo visitaba. El hijo que tenía en Puerto Rico no lo visitaba porque, por tonterías que jamás conocí, se juntaban y salían enojados.

Cuando mi tío enfermó como consecuencia del cáncer, mi mamá fue la que se hizo cargo y estaba pendiente de él.  Ya a finales de su jornada terrenal, Juana Marta vino porque mi tío le informó que tenía un dinerito en el banco. Rauda y veloz, apareció un día por El Falansterio con una silla de ruedas y lo llevó al banco. Allí tuvieron al pobre hombre casi todo el día sin almorzar hasta que terminaron con todos los documentos en los que la «gran hija» quedaba como albacea. Después de que se firmaron los papeles, ella se regresó a Conérico --como decía Bardín-- y regresó exclusivamente para el entierro de Bardín.

Luego de eso, mi tío fue ingresado al hospital. Mi madre velaba que estuviera aseado y, en ocasiones, lo ayudaba a afeitarse. La última vez que fui al hospital acompañaba a mi madre que iba a recoger la ropa que le lavaría.  Cuando llegamos a la habitación, vimos la cama vacía.  Mi madre pensó que lo habían cambiado de cuarto. De inmediato sospeché que había muerto. Mis primas también llegaron a verle y se encontraron con la cama vacía. Luego de un rato, nos informaron que ciertamente Bardín había muerto.

Mi madre, que parece tener una guía de cómo se celebran los velorios, decidió que lo llevaría a la funeraria en Puerta de Tierra y se enterraría en Jayuya porque así lo dispuso él. Yo le sugerí que llamara a Jayuya y que pidiera a los sobrinos que enviaran el carro fúnebre para que recogieran el cadáver, se lo llevaran, velaran y lo enterraran en Jayuya. Para mi sorpresa, mi madre me escuchó esa vez y estuvo de acuerdo conmigo, por lo que así se hizo.

Mi madre que no perdonó a Juana Marta por el trato cruel que tuvo con mi tío, la llamó a regañadientes para informarle lo sucedido.  Cuando levantaron el teléfono al otro extremo, quien contestó fue la hija de Juana Marta.  Mi madre preguntó por Juana Marta y la hija le dijo que estaba con un ataque de nervios porque se acaba de enterar de que su abuela había muerto; es decir, la mamá de Juana Marta. De inmediato, mi madre con toda la mala intención del mundo le dijo: «Pues, mira, nena, dile que también se le murió el pai». De inmediato, todos escuchamos los gritos que se oían por el auricular del teléfono. Mi madre, quizá por nervios, se reía como cobrando la que esta sanguijuela le habían hecho a su hermano.

Al final, los sobrinos buscaron el cadáver con el dueño de la Funeraria.  En Jayuya, hay dos funerarias: en una se velan los que son simpatizantes del PPD y en otra los del PNP. Lo irónico de todo fue que, siendo Bardín tan fanático del Partido Popular Democrático, como los sobrinos son todos simpatizantes del PNP, el cadáver del pobre Bardín terminó velándose en la funeraria PNP.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Christmas spirit puertorriqueño

Las próximas tres semanas que se avecinan son las semanas en que Puerto Rico se enajena totalmente. Puerto Rico se descontrola para entrar en cierto modo en una tercera dimensión. La gente se abastece de licor y de comida como si viniera un Tsunami o un huracán categoría V. Todos se convierten don Teclo y doña Tecla y, sin visitar México, se meten en los centros comerciales a comprar, comprar y comprar sin tener dinero para pagar. Pero la última la paga el diablo.
 
A estas tres semanas le llaman le temporada navideña. Durante estas tres semanas intensas, los que tienen algo de dinero, preparan sus maletas para ir en búsqueda de la cosa blanca que quieren en Puerto Rico, pero que jamás nos llega. Todos agarran un avión y se van para Colorado inconscientes de que podrían regresar con una pata enyesada o algunos en la horizontal porque han tropezado con árbol que se les ha «metido» frente a ellos. Enajenación total.

Los que se quedan se atrincheran, ya con comida, bebida y regalos. Preparan el itinerario navideño. Algunos planifican quedarse en la casa y recibir al resto de la familia. Pero la norma es beber hasta la saciedad para sentirse contentos. Hay que amanecerse porque, de lo contrario, no se disfruta la Navidad. Hay que beber, beber y beber.

Esta es la época en que todos se ofenden si no se visitan. Es la época en chulear la casa que se han comprado, que han pintado y que deben completita al banco. Pero recuerden que la última la paga el diablo.

Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses, las borracheras hacen que la gente se olvide de que la criminalidad está rampante y la justicia inoperante. En esta época que termina, que en años recientes se ha convertido en meses, la mayoría se olvidará que en la puerta hay un estudiante que está pidiendo amparo para que le ayuden a conseguir los chavitos de la matrícula. Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses, la amnesia alcohólica hará que la gente no recuerde que el país se está cayendo en cantos, que los puertorriqueños no tienen ya ni voz ni voto porque el extraño es el que decide las elecciones puertorriqueñas. El cuco «foráneo» --palabra de moda-- no nos permite tener una mente clara para entender que las cosas se hacen poco a poco y de paso a paso. Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses o tal vez más, la responsabilidad cívica se echa a un lado porque hay que rendirle culto al diosito del alcohol etílico. Hay que bañarse en el me don’t care para darle paso a la jauja y al desorden moral y social.

Se nos ha olvidado que la Navidad y no el Christmas spirit es para recordar el nacimiento de alguien que nació hace muchos años y que vino a redimir el mundo, pero que parece que se olvidó de nosotros los puertorriqueños. La Navidad, como yo la recuerdo, era momento de recogimiento espiritual. Tal vez, hasta momento de hacer un acto de conciencia para ver cómo uno había cambiado, mejorado o empeorado. Para mí Navidad, sencillamente es evaluar mi vida para saber qué tengo que mejorar. La Navidad se ha convertido en un recuerdo de cuando era niño sin malicia y con mucha fantasía. Hoy, ante tanto crimen, tanto desasosiego e indefensión, sólo fantaseamos si nos intoxicamos con alcohol.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Valores puertorriqueños

Siempre se ha hablado de que los tiempos pasados han sido mejores que los tiempos modernos. Esta aseveración la escuchan hasta la nausea la generación más joven, y son los jóvenes lo que son menos tolerantes de lo que fue; sin embargo, manifiestan más apertura a lo que es y lo que será.

En mi caso, ya me he unido a los que piensan que los tiempos pasados han sido mejores. La única defensa que tengo es la comparación de los valores que existían en décadas pasadas y los nuevos valores que hoy rigen en nuestra Isla.

Uno de los valores que nos enaltecía era la honestidad. El que nos catalogaran como persona honesta era como haberse ganado la lotería. Había orgullo de que catalogaran a uno como honesto. Hoy, la honestidad se utiliza como mote de los estúpidos que cumplen con las leyes establecidas, y patrocinan la ley y el orden.

Me acuerdo de los tiempos en que la puntualidad y la responsabilidad imperaban en los centros de trabajo. Era raro ver llegar tarde a un empleado y que firmara como que había llegado temprano o de que un compañero «ponchara» la tarjeta a otro. Como la gente era honesta se entendía que había actuado de manera recta y vertical. No se desconfiaba de nadie.

La comunicación era menos complicada porque la instrucción era limitada, pero se hablaba con el corazón. La gente hablaba en palabras sencillas e imperaba la prudencia. Con mucho respeto, la gente expresaba la crítica constructiva de manera elegante. En momentos, era fascinante la manera en que se recurría a injurias tan elegantes que, más que indignarse, lo que daba ganas era de darle las gracias a quien las profería. Hoy, mientras más instrucción tenemos, menos educación manifestamos. A mayor grado de escolaridad, más grotesca la manera de expresar lo que sentimos. Lo bello se ha convertido en feo, anacrónico y arcaico.

El servicio que ofrecía el empleado de cualquier empresa o agencia lo hacía con un sentido de altruismo, orgulloso de poder ayudar al que necesitara el servicio que se ofrecía. Había respeto por el necesitado. La sensibilidad permitía que hubiese empatía con quien tuviese la urgencia de algún servicio o bien. Se caminaba la milla extra no porque lo jefes notaran que se destacaba, sino porque su sentido de civismo le obligaba a hacerlo. Los necesitados eran más pacientes, no porque fueran los que necesitaran, sino que vivían con menos prisa. Habría un sentido de gratitud al recibir lo que se fuera a buscar, y nuevamente imperaba el respeto entre todos.

Recuerdo los tiempos en que la amistad contaba con un sentido de lealtad, comprensión, desprendimiento, solidaridad y optimismo. La alegría del amigo era la alegría del otro. El triunfo de un amigo era el triunfo del otro. El fracaso de uno era el fracaso del otro. Había una competencia sana que impulsaba a los amigos a superarse, a buscar una ruta mejor para el éxito. No existía la traición ni la actitud bajuna de «quítate tú que ahora voy yo».

La palabra era palabra de caballeros y palabra comprometida era palabra sagrada. No había desconfianza porque se daba por sentado que quien comprometía su palabra era una persona íntegra. Hoy nos cansamos de ver cómo, y hasta bajo juramento, se miente descaradamente. Lo vemos en todas las esferas sociales comenzando con el «comandante y jefe» de esta tierra hasta los que nos representan en la legislatura y los que van a buscar ayuda a las agencias gubernamentales.

Los valores han ido despareciendo. Con el advenimiento del «progreso» industrial, estamos yendo en retroceso moral. La pobreza intelectual y moral se está apoderando de los puertorriqueños a la misma vez que se llenan los bolsillos con la codicia, la envidia y el hedonismo desmedido. Vemos como no hay lealtad. La política del más fuerte es la que rige nuestras organizaciones. Impera el mollero, la intransigencia, el egocentrismo y el engaño.

Hoy vivimos momentos en que lo que nos puede liberar, la instrucción de un pueblo, está amenazada de muerte. La instrucción es la llave que abre la puerta del raciocinio, del discernimiento, de la verdad.  Como pueblo, nos estamos convirtiendo en una masa de sanguijuelas sociales, en arrimaos en nuestra propia tierra. Necesitamos hacer un examen de conciencia para buscar alternativas para salir del estancamiento en que nos encontramos. Necesitamos regresar a los valores que tuvimos y que nos hicieron gente como pueblo y que nos hizo un pueblo noble. Necesitamos armarnos de valor para decir responsablemente que nuestra esencia no es lo que manifestamos hoy. Somos un pueblo maltratado y que vive confundido porque está perdiendo su identidad. Pero la guerra no se pierde si logramos mantener la llamita de esperanza encendida. Tenemos la capacidad, nos falta la confianza y la motivación.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Soy asimilado ¿y qué?

El título de mi escrito hay desmenuzarlo por partes, como dicen por ahí. Número uno, el mismo comienza con el verbo «ser» y no con «estar».  El verbo «ser» denota una cualidad permanente, prácticamente intrínseca del ser humano; es decir, que no admite cambios porque se ha convertido en esencia.

No es lo mismo yo estoy asimilado, que yo soy un asimilado. El primer ejemplo denota cierta temporalidad en el asunto y deja entrever esperanza de recuperación si se quiere. El segundo denota que no hay marcha atrás.  Visto de manera más sencilla y para que se comprenda que «ser» y «estar» tienen diferencias abismales, incluyo este ejemplo. No es lo mismo decir «eres un loco» que decir «estás loco».  En el primero ya uno está frito. Ya no tiene remedio. En el segundo caso, uno está en una fase temporal.  No es lo mismo decirle a una mujer «mami eres bien buena», a decirle «mami, estás bien buena». ¿Se va notando la diferencia? En el primer caso el cien por ciento de las veces, se obtendrá una reacción de aceptación; en el segundo, dependerá a quién se le haga el comentario.

En Puerto Rico, un ejemplo de cuán asimilados estamos es preguntarle a la gente: ¿eres casado?, o afirmar: Fulano es casado. Obviamente, tales aseveraciones son ejemplos de los errores que a diario comenten los angloparlantes al no entender la diferencia entre «ser» y «estar». Yo soy en San Juan. La gente se está olvidando del pobre verbo «estar». Mire, cuando la gente se casa, está casada. Sí, porque nadie sabe hasta cuándo durará el matrimonio. 

En el asunto particular que nos ocupa, estuvimos asimilados y hemos pasado a ser asimilados.  Como dije anteriormente, ya ser asimilados es parte de nuestras vidas. Lo triste --y nos lleva a la parte final del título-- es que desafiamos al que nos pregunte con ¿y qué?

La frase «¿y qué?», la veo como una expresión provocadora y retadora. ¿Y qué? Y qué te importa lo que sea. Y qué, tira pa’lante. En otras palabras, soy asimilado y a ti no tiene que importarte un comino (ponga la palabra que realmente va).

Nuestro sentido de opresión de tantos años y diatriba en contra de todo lo que sea o se asocie con insularismo o folklore, ha aumentado el cretinismo portorrisensis. Todo lo que nos huela a autóctono «es» asociado --ya no está-- a la cosa mala del independentismo, separatismo --huy-- y al cuco del comunismo. Amar la tierra que nos vio nacer es considerado un acto de burla y de pendejería social.

Nuestra poca estima como pueblo nos ha convertido marionetas de los capitalistas cubanos que llegaron en los 60 y que comenzaron a inculcarnos todos los temores y creencias que trajeron cuando abandonaron Cuba. Este grupo fue el que trajo a Puerto Rico la cultura del pescaíto (el timo más famoso en la década de los 60) y la religión de la santería.  Esta es la generación de los sándwiches cubanos, los responsables de que al bocadillo se le llamara medianoche. Esta es la secta que se convirtió en más gringos que los mismos estadounidenses nacidos en los Estados Unidos de Norteamérica. A toda esta generación anterior le debemos que seamos unos asimilados en gran parte. Esta generación es la responsable del menosprecio que recibimos los puertorriqueños en nuestra propia tierra por el mero hecho de ser puertorriqueños. De vernos como entes inferiores porque ellos se consideraban los dioses del olimpo cubano. Estos son los precursores de que vivamos en la enajenación de simular la nieve en nuestros patios cuando decoramos para la Navidad.  Estos son los que han vivido con la ilusión de que regresarían a Cuba, negándose a ver que ya sus raíces se arraigaron en la tierra del exilio; otros ya murieron y quedaron enterrados y echados al olvido en la tierra que los acogió como hijos exiliados exclusivamente. Los desterrados hijos de Cuba.

«Soy asimilado ¿y qué?» es una frase patética que la estamos convirtiendo en himno nacional. Es el «me don’t care» del jíbaro que se fue para los niuyores y que regresa hablando de la «yarda» y del «hall» porque se le olvidó lo que se le llama «patio» y «pasillo».  Es la frase del puertorriqueño que no sabía hablar bien el español cuando se fue y pretende hablar el inglés ahora que regresa. O tal vez es del que se cría con leche de cupones y arropado con la bandera estadounidense, y de infante le dan de mamar el himno de oseicanyusi, sin saber qué es lo que mama o qué es lo que significa.

La psiquis portorrisensis está necesitada de un tratamiento intensivo que la mejore, le aumente la estima y le devuelva el orgullo de ser puertorriqueña.  Una dosis intensiva para que no de su tierra al extraño. No hay nada peor que tratar de ser lo que no se es; es pura negación. Y peor aún se tratar de ser lo que no es y vivir orgulloso de tal conducta.

La desasimilación es un proceso que tiene que venir de adentro, de lo más profundo de nuestro ser. Hay que reconocerse que es un espíritu malo que nos está corroyendo el alma.  Hay que hacer como los que visitan los grupos de doce pasos, reconocer el problema para tratar de solucionarlo. Hay que ser valientes y decir: Me llamo Marcial y busco ayuda para romper con la adicción a la asimilación. 


lunes, 29 de noviembre de 2010

Pensamientos

Qué pena cuando te das cuenta que has crecido según has caminado por tu travesía, mientras hay otros que se han quedado dándole vueltas a la noria de la inmadurez.
Qué triste cuando tratas la inmadurez como adulta y te das cuentas que no tiene la capacidad para comprender.
Qué triste el que se ensordece con su propia idiotez.
Triste es el que nunca ha tenido la capacidad para escuchar, igual que quien no tiene interés por aprender. Pero más triste es el necio que no tiene el deseo de escuchar ni la motivación para aprender.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Noche filarmónica, banquete musical

Anoche 23 de noviembre de 2010, la Orquesta Filarmónica de Puerto Rico celebró sus 60 años de su fundación en la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré. El evento de llamó Géneros, por los géneros musicales que interpretaron. La Orquesta Filarmónica la fundó don Arturo Somohano y debutó en el Teatro Tapia un 12 de octubre de 1950, el mismo año en que nací.  Don Arturo es el responsable de sacar la bomba y la plena del arrabal y vestirla de gala y elevarla a nivel filarmónico. Ejecutoria por la que fuera duramente criticado por los puristas de la época.

Como la actividad comenzaba a las 8:00 de la noche, decidí salir a las 7:00. Sin embargo, cual fue mi sorpresa al toparme con el enorme tapón para acceder al estacionamiento del Centro de Bellas Artes. Los familiares de Cristóbal, los colones, intentaban sin ningún éxito adelantarse para evadir la cola. A las 7:30, ya no había cupo en el estacionamiento.  Por tal razón, decidí salirme de la fila y pagar un poco más en el estacionamiento del Centro Europa.  Por suerte, conseguí un estacionamiento en el tercer nivel.

Al llegar al Centro, comprendí por qué a las 7:30 ya no había espacio disponible en el estacionamiento.  Creo que si sumaba las edades de los presentes, llegaría al número de años que tiene la tierra tiene de formada.  A vuelo de pájaro, pude notar que el más joven de los asistentes tendría, como mucho, algunos 45 años. 

Ya al momento de entrar, observé al «muchacho» que estaba delante de mí, que enseñaba su licencia de conducir porque tenía un boleto de senior. De inmediato, pregunté al portero, quien me indicó que sí, que había que mostrar evidencia de que uno tenía 60 años o más.  Mostré mi licencia y pasé al vestíbulo.

Ya adentro, todos «los muchachos y muchachas» mostrábamos una gama amplia en nuestra manera de vestir.  Había desde el que llevaba un chaquetón con camisa y corbata, hasta el que vestía mahón y una camisa de manga corta.  Había más diversidad entre «las muchachas». Estas vestían, en su mayoría algún tipo de chal sobre sus hombros para tapar la blusa de brillo que vestían. Algunas llegaron con trajes largos, y hubo otras ataviadas muy desacertadamente con un pantalón que cubría tres cuartas partes de la pierna.

El espectáculo comenzó a las 8:00 en punto. Bravo. De inmediato, aparecieron en el lateral izquierdo del proscenio a quien considero la primera dama del teatro puertorriqueño, Idalia Pérez Garay, acompañada de Carlos Esteban Fonseca. Idalia se veía muy elegante en su traje negro sin manguillos. Carlos Esteban, vestía un sombrero de ala corta que le hacía juego con la chaqueta blanca que vestía. Estos hicieron una pequeña reseña de lo que ha sido la orquesta e hicieron mutis.

Al terminar, se levantó el telón mostrando a todos los integrantes de la orquesta al frente de un escenario. El ciclorama negro con perforaciones simulaba una noche estrellada.  Acto seguido apareció el director, Pedro Rivera Toledo, y dio inicio la fiesta. La orquesta comenzó haciendo homenaje a Sylvia Rexach al interpretar Olas y arenas.

(La única nota discordante era la doña que tuve sentada a mi izquierda toda la noche, quien si no cantaba las canciones, las tarareaba.)

Después del homenaje a Sylvia, llegó la Danza. La sala se quería caer cuando por entremedio de las bambalinas sale una figura diminuta y llena de canas que todos sabíamos muy bien quien era al escuchar los primeros acordes de Verde Luz, era Antonio Cabán, El Topo. Su interpretación de lo que ha venido a ser el tercer himno nacional fue muy cálida y emotiva por la cadencia de la propia pieza.

La emoción siguió creciendo cuando aparecieron Dagmar y Chucho Avellanet para interpretar Alondra en el bosque, una de las piezas más aplaudidas de la noche. Chucho con su voz todavía robusta y bien timbrada y Dagmar, con su voz angelical y vestida como una princesita nos sacaron a algunos una que otra lagrimita.

Luego siguió La Nueva Trova, donde apareció Alberto Carrión interpretando Soy puertorriqueño y Amanecer borincano. Regresó El Topo e interpretó Expresa lo que sientes, Amante corazón y terminó con Solina, Solina.

Le temperatura seguía en aumento. Le siguió Nydia Caro, quien interpretó varias canciones que cantara Lucho Gatica. Regresó Chucho para interpretar enérgicamente Máscara de Edmudo Disdier; le siguió Dagmar con Y entonces. Pero el público se quedó sin respiración ante el tenor Rafael Dávila y la soprano Melliangee Pérez quienes cerraron la primera parte del concierto con Lamento borincano, el otro himno nacional y canción que me hizo recordar la desdicha que vuelve a vivir nuestro pueblo puertorriqueño. Ahora que tú te mueres con tus pesares…

La segunda parte fue más corta.  La orquesta se lució interpretando música de rock en español y hasta un reggae, el cual fue muy bien aceptado por el público. Los muchachos, y estos sí que eran jóvenes de verdad, del grupo Tercer Planeta, se botaron.  Sus caras mostraban orgullo por haberse acoplado tan bien con la orquesta.  Volvió Nydia Caro para cantar Canto solo por cantar; Sophy cantó una ensaladilla de sus éxitos y todos en el público le servimos de coro.

El final fue exclusivo de la Orquesta Filarmónica. Rafael Dávila hizo una interpretación magistral de Granada que arrancó vítores del público, al igual que Melliangee, que cantó Creo en Dios, acompañada del coro Ars Vocalis. 

La fiesta no podía terminar sin el tema emblemático de la Orquesta Filarmónica de Arturo Somohano: Dime. Aquí los pelos se me pusieron de punta al recordar a don Arturo. Me vino a la mente Gualberto Capdeville. Aquí me llegó la nostalgia y me llené de emoción como siempre me pasa cuando escucho Dime. Aquí lloré: …luna bohemia si en tu trasnochar a mi amada la vieras pasar. Dile que vuelva a mí, porque mi corazón sin ella se muere de amor. Fue una noche maravillosa, emotiva, todo un banquete musical.

martes, 23 de noviembre de 2010

Titi Chagua

Hoy me enteré de la muerte de la gran actriz Rosaura Andreu. La mulata Marta en Vejigantes, pero conocida más por su personaje inolvidable Titi Chagua.

Seguro fuiste un niño muy mono, cuando fuiste por primera vez a ese salón de clase… como premio te daré el show que presentaré. Seguro que habrá de gustar. Es la tanda de La hora del niño, que ahora acaba de terminar. Todavía recuerdo la canción que utilizaron para comenzar el programa de La hora del niño que se pasaba por el Canal 6 cuando era un canal cuyo propósito principal era totalmente educativo.

Titi Chagua era una de los personajes que aparecían todos los días en nuestras pantallas. El canal 4 tenía El Rancho WAPA con Mickey The kid, personificado por Mickey Miranda y su esposa, llamada la Madrinita, y el tercero de esa época era El Payaso Pinito, Luis de Tejada.

Era la época en que comenzaba la televisión puertorriqueña y las oportunidades de empleo pululaban para la clase artística del país y para los extranjeros que dejaron de serlo al quedarse en Puerto Rico.

A Titi Chagua la acompañaba Kiki, el dibujante que hacía muñequitos de cualquier cosa que le escribieran en el papel. También la acompañaba un pianista que ahora no recuerdo su nombre, pero me parece que era Luigi. Por años, Titi Chagua nos estuvo entreteniendo y nos estuvo instruyendo y educando. Me podía identificar con Titi Chagua porque tenía problemas con el peso. Recuerdo que siempre se estaba riendo. Recuerdo sus canciones, sus cuentos, sus enseñanzas…

Esta mañana, mi mente se remontó a aquellos tiempos en que no había maldad en la niñez. Los niños buenos porque eran buenos y creían en Los Reyes Magos porque los reyes mayos existían. Eran los tiempos creativos cuando los niños pobres hacían carritos con chapas de refrescos para tirarse por la cuesta del Lara (la cuesta de la calle Matías Ledesma, la calle pegada al Sylvia Rexach). No había Barbies ni el consumismo desmedido porque no había dinero, pero había cariño y respeto.

Eran los tiempos en que estaba en la escuela elemental en mi barrio querido Puerta de Tierra. Se podía caminar confiadamente por las calles porque no había la violencia que existe hoy. Lo más escandaloso que se podía ver era a alguien que agrediera a otro con un cuchillo o a las mujeres halándose las greñas porque se una se quería con el marido de la otra. Lo más pecaminoso era el prostíbulo llamado Bar La Mina conocido por todos los marineros que llegaban a San Juan.

La Navidad se esperaba porque era el tiempo para trullar y compartir en familia. La gente traía música, buena música con buenos instrumentos. No había latas para trullar, sino el güiro, la guitarra, el acordeón. Era la llegada de Los Reyes Magos, de buscar yerba y no fumársela. Los vecinos se conocían todos e intercambiaban platos típicos. No había mucho dinero, pero había mucho cariño para compartir.

Doña Rosaura, me entretuvo cuando era pequeño. Fue una maestra más. La última vez que la vi, contaba su historia a Dean Zayas en Estudio Actoral. Hoy, me hizo recordar cuán feliz fui siendo niño. Hoy acabó la última tanda de La hora del niño. Ha muerto Titi Chagua; ha muerto la mulata Marta que imaginó Francisco Arriví. Ha muerto una amiga que no conocí en persona, pero que quise mucho. Hoy, me arropó la nostalgia por haber perdido a una gran mujer puertorriqueña nacida en Cuba. Descansa en paz, Titi Chagua.



lunes, 22 de noviembre de 2010

Ode

Poem

1804 holograph copy of Stanza I-III by Mary Wordsworth
The ode contains 11 stanzas split into three movements. The first movement is four stanzas long and discusses the narrator's inability to see the divine glory of nature, the problem of the poem. The second movement is four stanzas long and has a negative response to the problem. The third movement is three stanzas long and contains a positive response to the problem.[25] The ode begins by contrasting the narrator's view of the world as a child and as a man, with what was once a life interconnected to the divine fading away:[26]
There was a time when meadow, grove, and stream,
The earth, and every common sight,
To me did seem
Apparelled in celestial light,
The glory and the freshness of a dream.
It is not now as it hath been of yore;—
Turn wheresoe'er I may,
By night or day,
The things which I have seen I now can see no more. (lines 1–9)
In the second and third stanzas, the narrator continues by describing his surroundings and various aspects of nature that he is no longer able to feel. He feels as if he is separated from the rest of nature until he experiences a moment that brings about feelings of joy that are able to overcome his despair:[27]
To me alone there came a thought of grief:
A timely utterance gave that thought relief,
And I again am strong:
The cataracts blow their trumpets from the steep;
No more shall grief of mine the season wrong; (lines 22–26)
The joy in stanza III slowly fades again in stanza IV as the narrator feels like there is "something that is gone".[27] As the stanza ends, the narrator asks two different questions to end the first movement of the poem. Though they appear to be similar, one asks where the visions are now ("Where is it now") while the other doesn't ("Whither is fled"), and they leave open the possibility that the visions could return:[28]
A single Field which I have looked upon,
Both of them speak of something that is gone:
The Pansy at my feet
Doth the same tale repeat:
Whither is fled the visionary gleam?
Where is it now, the glory and the dream? (lines 52–57)
1804 holograph copy of Stanza III-V by Mary Wordsworth
The second movement begins in stanza V by answering the question of stanza IV by describing a Platonic system of pre-existence. The narrator explains how humans start in an ideal world that slowly fades into a shadowy life:[27]
Our birth is but a sleep and a forgetting:
The Soul that rises with us, our life's Star,
Hath had elsewhere its setting,
And cometh from afar:
Not in entire forgetfulness,
And not in utter nakedness,
But trailing clouds of glory do we come
From God, who is our home:
Heaven lies about us in our infancy!
Shades of the prison-house begin to close
Upon the growing Boy,
But He beholds the light, and whence it flows,
He sees it in his joy; (lines 58–70)
Before the light fades away as the child matures, the narrator emphasises the greatness of the child experiencing the feelings. By the beginning of stanza VIII, the child is described as a great individual,[29] and the stanza is written in the form of a prayer that praises the attributes of children:[30]
Thou, whose exterior semblance doth belie
Thy Soul's immensity;
Thou best Philosopher, who yet dost keep
Thy heritage, thou Eye among the blind,
That, deaf and silent, read'st the eternal deep,
Haunted for ever by the eternal mind, —
Mighty Prophet! Seer blest!
On whom those truths do rest,
Which we are toiling all our lives to find,
In darkness lost, the darkness of the grave; (lines 108–117)
The end of stanza VIII brings about the end of a second movement within the poem. The glories of nature are only described as existing in the past, and the child's understanding of morality is already causing them to lose what they one had:[28]
Full soon thy Soul shall have her earthly freight,
And custom lie upon thee with a weight,
Heavy as frost, and deep almost as life! (lines 129–131)
The questions in Stanza IV are answered with words of despair in the second movement, but the third movement is filled with joy.[25] Stanza IX contains a mixture of affirmation of life and faith as it seemingly avoids discussing what is lost.[29] The stanza describes how a child is able to see what others do not see because children do not comprehend mortality, and the imagination allows an adult to intimate immortality and bond with his fellow man:[31]
Hence in a season of calm weather
Though inland far we be,
Our Souls have sight of that immortal sea
Which brought us hither,
Can in a moment travel thither,
And see the Children sport upon the shore,
And hear the mighty waters rolling evermore. (lines 164–170)
The children on the shore represents the adult narrator's recollection of childhood, and the recollection allows for an intimation of returning to that mental state. In stanza XI, the imagination allows one to know that there are limits to the world, but it also allows for a return to a state of sympathy with the world lacking any questions or concerns:[32]
The Clouds that gather round the setting sun
Do take a sober colouring from an eye
That hath kept watch o'er man's mortality;
Another race hath been, and other palms are won. (lines 199–202)
The poem concludes with an affirmation that, though changed by time, the narrator is able to be the same person he once was:[33]
Thanks to the human heart by which we live,
Thanks to its tenderness, its joys, and fears,
To me the meanest flower that blows can give
Thoughts that do often lie too deep for tears. (lines 203–206)

[edit] Themes

The first version of the ode is similar to many of Wordsworth's spring 1802 poems. The ode is like To the Cuckoo in that both poems discuss aspects of nature common to the end of spring. Both poems were not crafted at times that the natural imagery could take place, so Wordsworth had to rely on his imagination to determine the scene. Wordsworth refers to "A timely utterance" in the third stanza, possibly the same event found in his The Rainbow, and the ode contains feelings of regret that the experience must end. This regret is joined with feelings of uneasiness that he no longer feels the same way he did as a boy. The ode reflects Wordsworth's darker feelings that he could no longer return to a peaceful state with nature. This gloomy feeling is also present in The Ruined Cottage and in Tintern Abbey.[34] Of the other 1802 poems, the ode is different from his Resolution and Independence, a poem that describes the qualities needed to become a great poet. The poem argued that a poet should not be excessive or irresponsible in behavior and contains a sense of assurance that is not found within the original four stanzas. Instead, there is a search for such a feeling but the poem ends without certainty, which relates the ode to Coleridge's poem Dejection: An Ode.[35] When read together, Coleridge's and Wordsworth's poem form a dialogue with an emphasis on the poet's relationship with nature and humanity. However, Wordsworth's original four stanzas describing a loss is made darker in Coleridge and, to Coleridge, only humanity and love are able to help the poet.[36]
While with Wordsworth, Coleridge was able to read the poem and provide his response to the ode's question within an early draft of his poem, Dejection: an Ode. Coleridge's answer was to claim that the glory was the soul and it is a subjective answer to the question. Wordsworth took a different path as he sought to answer the poem, which was to declare that childhood contained the remnants of a beatific state and that being able to experience the beauty that remained later was something to be thankful for. The difference between the two could be attributed to the differences in the poets' childhood experiences; Coleridge suffered from various pain in his youth whereas Wordsworth's was far more pleasant. It is possible that Coleridge's earlier poem, The Mad Monk (1800) influenced the opening of the ode and that discussions between Dorothy and Wordsworth about Coleridge's childhood and painful life were influences on the crafting of the opening stanza of the poem.[37] However, the message in the ode, as with Tintern Abbey, describes the pain and suffering of life as able to dull the memory of early joy from nature but it is unable to completely destroy it.[38] The suffering leads Wordsworth to recognize what is soothing in nature, and he credits the pain as leading to a philosophical understanding of the world.[39]
The poem is similar to the conversation poems created by Coleridge, including Dejection: An Ode. The poems were not real conversations as there is no response to the narrator of the poem, but they are written as if there would be a response. The poems seek to have a response, though it never comes, and the possibility of such a voice though absence is a type of prosopopoeia. In general, Coleridge's poems discuss the cosmic as they long for a response, and it is this aspect, not a possible object of the conversation, that forms the power of the poem. Wordsworth took up the form in both Tintern Abbey and Ode: Intimations of Immortality, but he lacks the generous treatment of the narrator as found in Coleridge's poems. As a whole, Wordsworth's technique is impersonal and more logical, and the narrator is placed in the same position as the object of the conversation. The narrator of Wordsworth is more self-interested and any object beyond the narrator is kept without a possible voice and is turned into a second self of the poet. As such, the conversation has one of the participants lose his identity for the sake of the other and that individual represents loss and mortality.[40]

[edit] Pre-existence

The expanded portion of the ode is related to the ideas expressed in Wordsworth's The Prelude Book V in their emphasis on childhood memories and a connection between the divine and humanity. To Wordsworth, the soul was created by the divine and was able to recognize the light in the world. As a person ages, they are no longer able to see the light, but they can still recognize the beauty in the world.[41] He elaborated on this belief in a note to the text: "Archimedes said that he could move the world if he had a point whereon to rest his machine. Who has not felt the same aspirations as regards the world of his own mind? Having to wield some of its elements when I was impelled to write this poem on the "Immortality of the Soul", I took hold of the notion of pre-existence as having sufficient foundation in humanity for authorizing me to make for my purpose the best use I could of it as a Poet."[42] This "notion of pre-existence" is somewhat Platonic in nature, and it is the basis for Wordsworth believing that children are able to be the "best philosopher".[43] The idea was not intended as a type of metempsychosis, the reincarnation of the soul from person to person, and Wordsworth later explained that the poem was not meant to be regarded as a complete philosophical view: "In my Ode... I do not profess to give a literal representation of the state of the affections and of the moral being in childhood. I record my feelings at that time,--my absolute spirituality, my 'all-soulness,' if I may so speak. At that time I could not believe that I should lie down quietly in the grave, and that my body would moulder into dust."[44]
Wordsworth's explanation of the origin of the poem suggests that it was inspiration and passion that led to the ode's composition, and he later said that the poem was to deal with the loss of sensations and a desire to overcome the natural process of death. As for the specific passages in the poem that answer the question of the early version, two of the stanzas describe what it is like to be a child in a similar manner to his earlier poem, "To Hartley Coleridge, Six Years Old" dedicated to Coleridge's son. In the previous poem, the subject was Hartley's inability to understand death as an end to life or a separation. In the ode, the child is Wordsworth and, like Hartley or the girl described in "We are Seven", he too was unable to understand death and that inability is transformed into a metaphor for childish feelings. The later stanzas also deal with personal feelings but emphasise Wordsworth's appreciation for being able to experience the spiritual parts of the world and a desire to know what remains after the passion of childhood sensations are gone.[45] This emphasis of the self places mankind in the position of the object of prayer, possibly replacing a celebration of Christ's birth with a celebration of his own as the poem describes mankind coming from the eternal down to earth. Although this emphasis seems non-Christian, many of the poem's images are Judeo-Christian in origin.[46] Additionally, the Platonic theory of pre-existence is related to the Christian understanding of the Incarnation, which is a connection that Shelley drops when he reuses many of Wordsworth's ideas in The Triumph of Life.[47]
The idea of pre-existence within the poem contains only a limited theological component, and Wordsworth later believed that the concept was "far too shadowy a notion to be recommended to faith."[48] In 1989, Gene Ruoff argued that the idea was connected to Christian theology in that the Christian theorist Origen adopted the belief and relied on it in the development of Christian doctrine. What is missing in Origen's platonic system is Wordsworth's emphasis on childhood, which could be found in the beliefs of the Cambridge Platonists and their works, including Henry Vaughan's "The Retreate".[49] Even if the idea is not Christian, it still cannot be said that the poem lacks a theological component because the poem incorporates spiritual images of natural scenes found in childhood.[50] Among those natural scenes, the narrator includes a Hebrew prayer-like praise of God for the restoration of the soul to the body in the morning and the attributing of God's blessing to the various animals he sees. What concerns the narrator is that he is not being renewed like the animals and he is fearful over what he is missing. This is similar to a fear that is provided at the beginning of The Prelude and in Tintern Abbey. As for the understanding of the soul contained within the poem, Wordsworth is more than Platonic in that he holds an Augustinian concept of mercy that leads to the progress of the soul. Wordsworth differs from Augustine in that Wordsworth seeks in the poem to separate himself from the theory of solipsism, the belief that nothing exists outside of the mind. The soul, over time, exists in a world filled with the sublime before moving to the natural world, and the man moves from an egocentric world to a world with nature and then to a world with mankind. This system links nature with a renewal of the self.[51]

El que venga detrás que arree

Puerto Rico ha llegado a un punto que ya no tiene ni ley ni tiene orden.  Cada cual campea por su respeto y hace lo que le viene en gana. En síntesis, nos hemos convertido en tierra de nadie que a nadie le importa. Una isla con ínfulas primermundista, pero con conducta y actitudes de país tercermundista.

Cada vez la ola de crímenes sigue arropándonos.  Ya no se puede tener nada cerca de las rejas que tenemos para que no nos roben, porque todo lo que sobresalga por las rejas se lo lleva el amigo de lo ajeno.

Mi vecino tenía una jaula llena de Lovebirds en la parte de atrás de la casa hasta que vino un manicaliente y le llevó la mitad de las aves.  No conforme, volvió al otro día para llevarle el resto. Solamente le dejó una pareja de cockatieles. Mi vecino, para evitar que le llevaran las aves que le quedaban, las metió dentro de la casa. Cuando el pillo regresó por las últimas aves, no las encontró. En su lugar y de castigo, le llevó la comida de las aves.

Después de muchos años de haber cuidado de árbol de aguacates, tuve que dejarlo que lo acabara el comején por no mortificarme con los que se llevaban el fruto. A cada rato aparecía un individuo que me llevaba el fruto, aunque le faltara tiempo para madurar.  Daño por daño.  Me harté. Lo dejé morir.

La última modalidad, provocada por la ausencia de empleos provocados por la improvisación gubernamental, es llevarle la compra al carro, pero no al carro del que la compró; sino que el que hizo la compra se la lleva al carro del que se la está robando.  ¿Le han dado publicidad para que la gente tenga cautela? No.

Ya los ladrones o amigos de lo ajeno no tienen un perfil definido.  Gente que considero como “honesta” las veo con el pillo de luz, el pillo de agua, el robo de cable digital. Los veo en el supermercado, bien vestidos, comiéndose las uvas y dejando el paquetito vació por otro anaquel. El que no devuelve el cambio que el cajero le dio de más y por error. Los ladrones que no le indican al mozo que le cobraron de menos. Los que abren los paquetes de películas o de discos para llevarse el CD y dejar la caja vacía.   Por supuesto, a los que tienen mucho poder adquisitivo se les llama cleptómanos; al resto, se les llama pillos. Los de clase baja se denominan como sobrevivientes.

Hemos progresado porque aprendimos a seguir el ejemplo de los que nos deben dar ejemplo, pero hemos copiado lo malo. La ratería está en todas partes. El tráfico de drogas se ha convertido en la carta de triunfo para salir de la pobreza económica, porque la pobreza espiritual sigue viva. Los verdaderos traficantes no se encuentran en los residenciales públicos; se encuentran en los caseríos privados, llamados walkups o en las urbanizaciones exclusivas de acceso controlado.  Hay una relación directa entre el violador de las leyes de tránsito y el vehículo de motor; mientras más caro es el cajón de metal, más desordenadamente lo maneja el chófer. Los empleados encargados de servicio al cliente se roban el dinero porque su trabajo es totalmente deficiente.  Los grandes honorables que tenemos en el país, quienes viven concentrados en llenarse los bolsillos de lo que no les corresponde. Su actitud es: el que venga atrás que arree. Hemos copiado de la gran nación estadounidense, pero hemos copiado lo malo. Los valores hay que anunciarlos en la Fortaleza donde no siguen las leyes. Ja. La esperanza se encuentra secuestrada en el mismo lugar donde secuestraron la democracia. Lo triste es que a casi nadie le importa. ¡Qué nos pasa, Puerto Rico!


viernes, 19 de noviembre de 2010

El juego de la política puertorriqueña

Después de mucho analizar y evaluar, he concluido que el manual que siguen los políticos para dirigir y trabajar con nuestro Puerto Rico es el folleto con las instrucciones del juego Monopolio, el jueguito de bienes y raíces.

Vamos a ver: ¿cuál es el propósito de jugar Monopolio? ¿Acaso no es tratar de que el adversario se vaya a la quiebra? ¿Acaso no es convertirse en el jugador más rico mediante la compra, venta y alquiler de propiedades? Los recursos para hacerse millonarios son la construcción de casas y los hoteles. ¿Acaso no suena familiar?

El Monopolio tiene unas figuritas, que son las que identifican a cada jugador. Tienen un sombrerito, una carretillita, un carrito y así sucesivamente. En el modelo puertorriqueño, tenemos una pavita, una palmita, una guagüita --que va en reversa hace muchisísimo rato, un coquicito y una bandera. La aberración extraordinaria es la palmita azul. ¿Azul?, habrase visto.  Sólo falta que ahora salga la vía azul y se pinten las montañas de nuestra cordillera de azul tsunami. Bueno, pero así es el cambio.

Volvamos al asunto en cuestión. El juego de Monopolio tiene una serie de propiedades que pertenecen al banco. En el monopolio criollo, Puerto Rico es el banco. La intención es despojar al banco de todas las propiedades vendiéndolas al mejor postor. ¿Todavía no les parece familiar?

El banquero es un jugador que debe ser buen subastador; oséase, que su finalidad es vender todas las propiedades del banco. (Recuerden que el banco es Puerto Rico.) Se supone que tenga buen control para no mezclar el dinero personal con las arcas del banco. En teoría. El banquero, cuando algún jugador rechaza alguna propiedad, la lleva a subasta para que los demás jugadores liciten y así el mejor licitador se apropia del bien.  La venta de propiedades la hacen los jugadores entre sí y los acuerdos son según le convenga a ambos. No sé por qué, en este momento, me acuerdo de Paseo Caribe y de De Castro Font.

Otro dato interesante es que las propiedades tienen diferentes precios dependiendo del área.  El lateral más próximo al Go, para mí representa los residenciales. Son las propiedades que menos valen. Por lo regular, son los avaros los que se interesan en ellas porque lo quieren poseer todo, por ejemplo, los alcaldes.

En los próximos laterales aparecen los servicios públicos. Aquí el que posea los servicios básicos, la luz y agua, puede doblar la cantidad que va a facturar, digo, cobrar a sus adversarios. Los cuatro trenes, quien los tenga todos puede aumentar el precio doblando el mismo por cada propiedad que tenga.  Puerto Rico ya tiene uno: el tren urbano. Vamos a ver quién lo va a comprar. No tenemos trenes, pero tenemos peajes que ya tienen dueño.

Cuando cualquier jugador llega al espacio de los impuestos, tiene la opción de pagar el 10% de todas sus propiedades o pagar el tope que son $200. Sólo se les quedó el recurso de las amnistías para los que no pagan. ¿Todavía no suena a ¡ay, bendito!? En caso de que un jugador tenga que ir a la cárcel, si tiene el pase de visita no más, no irá a la cárcel. En el caso de Puerto Rico, la tarjetita se llama “padrino”.

El cuarto lateral que también está más cerca del Go, son las propiedades más caras. El Paseo Tablado se podría comparar con el Condado, La puerta al mar o con la Fortaleza. Son las propiedades que todos aspiran poseer.

Las tarjetas que aparecen en Casualidad y en Arca comunal, según las instrucciones, los jugadores las roban. ¡Ahora caigo! Por eso es que los que se encaraman en el poder se sienten con derecho a robarle al Pueblo. Por eso es que la justificación es que todo el mundo roba.

Por último, el juego de Monopolio no lo juega todo el mundo. El número es limitado, por lo que, en un grupo grande --en un pueblo--, los demás se quedan de espectadores con expectativas de jugar. Igualito que en Puerto Rico.  Son los mismos, siempre son los mismos; los mismos de la otra vez lo que se hacen más ricos jugando el juego de la política puertorriqueña; digo, del monopolio. 

jueves, 18 de noviembre de 2010

El "bullying": más que acoso escolar

Lo que está en boca del puertorriqueño promedio es el tema del bullying. Dicho término lo había traducido hace algún tiempo como ser víctima de bravucones, pero los medios lo han traducido como «intimidación» o «acoso». Realmente proviene del acoso escolar donde la víctima vive una agonía constante por los ataques sin tregua que reciben de ciertos compañeros de escuela, que, a su vez, agravan su dolor y lo reducen a cero.

Dicha conducta no es nada nueva. Sin embargo, es ahora que se habla de ello en Puerto Rico y me parece que es gracias a los medios de comunicación. Irónicamente, en mi opinión, son los medios de comunicación los responsables de la proliferación de tal conducta.  Son los medios televisivos los que tienen programas extremadamente violentos a horas pico. Son los medios noticiosos los que exacerban el morbo cuando presentan gráficamente la violencia que vive el País. Nos hace insensibles. Es la radio con sus programas de comentarios donde los radioescuchas se agreden de palabra y el moderador se lo goza en grande.

El bullying es más que acoso escolar; es violencia, como es la violencia contra la mujer, violencia contra los homosexuales, violencia contra quien disienta del agresor, bravucón o bully. Se puede llamar bullying, incluso, las vejaciones que sienten los empleados gubernamentales que son de ideología contraria a la del gobierno de turno. Por último, bullying es el patrón de conducta que manifiesta un gobierno totalitario --como el que tenemos en la actualidad-- que atenta diariamente con acabar con la democracia y los derechos civiles que tienen todos los puertorriqueños.

Ya es costumbre ver en los noticiarios cómo se vejan los derechos de la minoría en ambas cámaras legislativas.  Lo que los bullies del Senado y la Cámara no se dan cuenta es que mientras más intimidación hay contra sus contrarios (no dije adversarios), más es el acoso que siente el pueblo ante tal atropello. Bullying es legislar sin tomar en cuenta la opinión de la mayoría --no es la mayoría partidista--, sino el punto de vista del pueblo.

Bullying es hacer las cosas a la cañona. Es una actitud totalmente maquiavélica donde lo único que importa es la satisfacción aberrada del agresor o bravucón al lograr su plan. Tengo conocimiento personal porque, por años, fui víctima de lo que hoy le llaman bullying.

El problema que tenemos en Puerto Rico es que nunca se ha hecho nada por lidiar con el problema. Los responsables sólo están por recibir su salario --no dije ganarse un salario porque hacerse de la vista larga no es ganarse el salario-- y no les importa lo que ocurre a su alrededor. La actitud es: deja eso, o de eso no se habla.

Todos los puertorriqueños somos víctimas de bullying. Nos hacen víctimas cada vez que arrinconan más la democracia en nuestro país.  La democracia está moribunda, víctima de un gobierno totalitarista y antidemocrático, víctima de un desgobierno bully. Lo triste sería que hagamos como la mujer maltratada, le perdonemos todo y volvamos convivir con el mismo gobierno.

Los negritos del batey

El negrito del batey era un merengue que se hizo famoso cuando era muy joven.  El negrito y el trabajo eran enemigos y el trabajo se lo dejaba todo al buey.

Durante toda mi vida laboral, me he topado con muchos negritos y negritas del batey. Me he topado con mucha gente deshonesta que se gana el dinero haciendo lo mínimo o sin hacer nada.

Mientras trabajaba en el Tribunal, conocí a una negrita --de todas las negritas que trabajaron conmigo-- que era muy ingeniosa.  La negrita salía de la casa a las 9:00 de la mañana y pretendía llegar la oficina a las 8:30.  Su patrón de conducta era entrar por la puerta gritando a todo pulmón: «Ese estacionamiento es una &%$#. Llevo dando vueltas hace media hora y ahora fue que conseguí estacionamiento. Por eso llegué tarde». Como nadie quería antagonizarla, las supervisoras no le decían absolutamente nada.

Hubo otras que trabajaban mediodía cuando trabajaban fuera de la oficina, y el resto del día o se iban de tiendas o de playa.  Y aquí pan y en el cielo gloria.  Por lo regular, cuando tenían que faltar el lunes, aparecían de emergencia casos que había que supervisar en la comunidad. Cerraban la puerta de la oficina para dar la impresión de que trabajaban, pero lo que hacían era hablar por teléfono o mirar el techo.

Cuando llegué a trabajar, irónicamente, al Departamento del Trabajo, llegué a la cuna de los negritos y negritas del batey.  El ejemplo mayor era mi jefe. Mi jefe vivía en Naranjito y todos los días llegaba tarde. Al llegar a la oficina, en vez de ponerse a trabajar, se reunía con su pana el subdirector para compartir un rato.  Este sello de goma no tenía ni la más mínima idea ni intención de aprender cómo se operaba la oficina. El colmo de su osadía se conoció cuando se pasó una lista con todos los días acumulados de los empleados.  Mi querido jefe, quien llegaba tarde y faltaba con regularidad, fue la persona que tuvo más días acumulados de vacaciones y por enfermedad.  Después de las quejas, el director obligó a todos los jefes a que registraran su asistencia y llegadas y salidas en la libreta que pusiera en el escritorio de su secretaria.

Los negritos y negritas están en todas partes.  Algunas estrategias son retrasar el trabajo para que el jefe se lo dé a otro empleado más eficiente.  Alegar que no entienden, que no saben, que es mucho trabajo. La más utilizada por estos negritos es reportarse al Fondo del Seguro del Estado a la menor provocación.  Su meta es tratar de lograr una pensión del Fondo del Seguro del Estado y del Seguro Social antes de cumplir los cuarenta años.

Existen los negritos y negritas enajenados.  Estos son los que son vagos por naturaleza y faltan por cualquier razón; sin embargo, se consideran empleados estelares. Me pregunto yo: si estos son los estelares, ¿qué se puede esperar de los que estos consideran empleados deficientes?

Están los negritos y negritas malcriados.  Estos son los que trabajan en oficinas de servicio al cliente.  Lo primero que uno nota es la actitud negativa que grita, aunque no hablen: a qué diablos vienen a mortificarme la vida.  Son personas que se creen que ellos le hacen un favor a los clientes o pacientes. Aquí incluyo las secretarias de los médicos del Fondo del Seguro del Estado, las secretarias de la ACAA, y las recepcionistas de muchas agencias gubernamentales, secretarias de médicos.  Estas personas son los que llegan justo al momento de comenzar a trabajar.  Colocan la cartera y se van para el baño a maquillarse o bajan a la cafetería a desayunarse.  Se sientan de espalda a las personas que tienen que atender y no se les puede decir nada porque le saltan el turno.

Los negritos y negritas son personas que se molestan cuando tienen que trabajar con alguien que sí tiene la buena intención de trabajar y de ayudar a los compañeros y visitantes.  Viven amargados porque, muchos no reciben ascenso como consecuencia de su vagancia; lo que aumenta su irresponsabilidad en la oficina. Sin embargo, están los negritos políticos, mejor conocidos como batatas, que mientras más lambones son, más oportunidades tienen para subir como la espuma.

Con los años, he notado que esta especie ha proliferado porque alegan que, como no están bien pagos, pues tienen que rendir un servicio según con lo que ganan. Yo no pienso igual. La mejor manera de darse a conocer como buen empleado es siendo buen empleado. Si no estoy conforme con mi trabajo, lo mejor es recoger mis bártulos e irme con mi música a otro lado.  Jamás seré negrito del batey. No puedo. Tratar de ser un vago me convierte el día en un día interminable. Prefiero ser el buey del negrito, pero ganarme el dinero honestamente.  Por eso trabajo por mi cuenta, para no encontrarme con esta calaña. Es más, me voy a trabajar para no amargarme el día.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Te perdono porque no haces lo que yo quiero

Cuando era niño y me enojaba con mi mamá, mi reacción inmediata era agarrarle una matita de agua que tenía sobre la mesa y se la estrangulaba hasta más no poder. Recuerdo que tensaba tanto mis dientes que lastimaba mi quijada.

En la escuela, como tenía bien claro que no debía meterme en problema, me tragaba el coraje y me quedaba con el resentimiento por dentro. No hablaba, solamente mostraba mi cara llena de coraje.

Por años, viví resintiendo a mucha gente, porque --por dicha o por desdicha-- nada se me olvida.  No fue hasta después de haber cumplido los treinta años que comencé a estudiar y a evaluar mi comportamiento y mis resentimientos hacía los demás porque me estaba quedando sin amistades.

Descubrí que detrás de todo resentimiento y coraje hacía los demás se escondía mi deseo de controlarlos.  Me molestaba que me dejaran esperando o que llegaran tarde.  Me molestaba que, luego de haber dado un consejo a alguien, hiciera todo lo contrario. Me disgustaba que la gente fuese hipócrita conmigo.  Me molestaba que los amigos no se mantuvieran en contacto conmigo de la misma manera que lo hacía con ellos. La intención detrás de todo esto era mi deseo de controlar lo que la gente hacía, decía y hasta en ciertos momentos sentía.

Me convertí en el redentor de las mujeres casadas cuyos maridos no las comprendían o las «maltrataban». Aquí era implacable. No perdía ninguna oportunidad para meter el dedo en la llaga y demostrar e inculcar mi punto de vista.  «Ese hombre es un maltratante.» «Esa mujer se aprovecha de ti.» «No te conviene ese trabajo.» «Tienes que cambiar de actitud.» Recurría a todo sin que nadie me pidiera la opinión, porque estaba convencido que tenía la razón y los demás, no.

Como la gente es como es y nadie aprende por cabeza ajena, la gente seguía con su patrón de conducta o su rutina, y yo resentía que no me hicieran caso o no hicieran «lo que les convenía». Lo pongo entre comillas porque era mi punto de vista.

Cuando me di cuenta que en el fondo estaba mi deseo de controlar a los demás, comencé a estudiarme. Descubrí que no tenía el poder para controlar a nadie; únicamente a mí. En el camino, aprendí que cada cual tiene su propia ruta y que no es mi deber ni mi responsabilidad estrujarle a la gente que está mal o bien.  Cada cual tiene que aprender por sí mismo. Hoy vivo convencido que cada cual tiene su propia verdad.

No fue hasta que me di cuenta de mi deseo de controlarlo todo, que no comencé a sanar las heridas producto de resentimientos absurdos.

Hoy, cuando me encuentro ante una situación en la que alguien hace o dice algo que va contra lo que entiendo está incorrecto o contra lo que quiero, me digo mentalmente: Fulano o Fulana, te perdono porque no haces lo que yo quiero. De inmediato, se cierra la puerta que lleva al resentimiento y al coraje porque perdono y olvido. Al perdonar me sano porque despejo mi mente. Cuando tengo la mente despejada de resentimiento, pienso mejor y le abro la puerta al pensamiento constructivo y esperanzador. Con el tiempo he descubierto que hay momentos en que necesito decirme: me perdono porque no soy perfecto.

Nota: Para terminar, mis amigos no saben que, cuando les miro y me sonrío de manera sospechosa, estoy diciéndoles mentalmente: te perdono porque no haces lo que yo quiero.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Gobierno tóxico

Aunque trate de ignorarlos, los aguijonazos diarios que nos lanzan los políticos de este país van debilitando la tolerancia y el positivismo que cualquiera pueda tener.  Día a día es como si nos fueran inyectando un veneno para aniquilarnos poco a poco.

Entre el verdadero tsunami de crimen que arropa la Isla, el verdadero tsunami de incompetencia que tenemos dirigiendo las agencias gubernamentales, el verdadero tsunami de totalitarismo que ha arropado el capitolio, hoy me siento desalentado, frustrado. Y la frustración viene porque no hay nada que dé indicios de que la situación vaya a mejorar. Me siento harto de que sigan destrozando el patrimonio nuestro.

Siento que el único propósito de este gobierno es apoderarse de todo lo que tenemos.  La vía verde es el caminito al banco con los bolsillos desbordantes de billetes verdes. El gobierno se ha convertido en la lotto de los funcionarios que no les interesa el bien común y cuya única motivación es hacerse millonarios.  La universidad hay que destruirla para evitar que pensadores inteligentes atenten contra la mediocridad y denuncien la idiotez que reina en este gobierno.

El cambio prometido ha sido un cambio que va de lo malo a lo peor. La honestidad agoniza, la tolerancia murió. 

Lo triste de esta situación es que todo esto no comenzó hace dos años. Toda esta plaga comenzó a propagarse desde la década de los 90. Me preguntó yo: si no estuvieran presos los cuarenta ladrones que desvalijaron a Puerto Rico, ¿estarían en puestos claves nuevamente para seguir saqueando el País?

La matemática absurda de este gobierno no la entiendo y no es que no tenga la capacidad, sino que es totalmente ilógica. ¿Cómo voy a eliminar un déficit si sigo gastando y sigo reduciendo los ingresos? No hay manera de que si gasto más de lo que gano vaya a tener ahorros. Jamás. La matemática es sencilla 2 - 5 = -3.

El gobierno es un mal ejemplo para que este país se rehabilite, sí, porque hay que rehabilitarlo.  ¿Con qué moral pueden hablar de valores si los primeros que no respetan al pueblo son los propios legisladores? ¿Con qué moral se puede hablar de comprensión si no se pueden comunicar entre ellos mismos? Los mismos son los de su propio partido. ¿Con qué fuerza moral se puede hablar de honestidad si no hacen lo que prometen? Ahora se ensalza la mentira, la treta, el engaño, la chabacanería y a todo el que venga con agendas escondidas.  

Nuestro gobierno es tóxico para Puerto Rico.  Su intención jamás ha sido enderezarlo, sino envenenarlo cada día más.

Elevemos una oración por el servidor público que fue destituido para dar paso al servidor avaro.  Este gobierno está asesinando la honestidad, la comprensión, el diálogo, el respeto y ha violado la democracia. Que Dios nos coja confesa’os.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Mi libertad

La palabra «libertad» la usamos constantemente en nuestro idioma. Las frases más frecuente son: estoy libre hoy; quiero ser libre. Déjenme ser libre. ¿Pero libre de qué?

El Diccionario de la Real Academia Española define «libertad» en sus primeras tres acepciones como:
1. f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
2. f. Estado o condición de quien no es esclavo.
3. f. Estado de quien no está preso.

Aunque hay más, las tres que me llamaron la atención fueron estas primeras tres.  Pero comenzaré de abajo hacia arriba.

El estado de sentirme que no estoy preso me libera. La única variante que le añadí a la definición es la palabra «sentir». Para mí, es importantísimo tener bien claro que lo que yo crea viene como respuesta a lo que siento que soy.  En ambos casos, son dos decisiones muy subjetivas.  Puedo estar viviendo en una casa sin rejas, salir a la calle sin temores a que me hagan daño; sin embargo, puedo sentirme más prisionero que cualquiera que esté tras las rejas. ¿Por qué? Porque todo está definido por mi sentir. ¿Pero preso de qué? Preso de mis sentimientos. Preso de vivir la vida lleno de resentimientos, de rencores y culpas.

La segunda acepción me regresa a los tiempos en que trabajé asalariado. Por muchos años, me sentí esclavo del gobierno.  Me sentí esclavo y me «sentí» preso porque, en aquel momento, creía que no tenía opciones para salir del arrinconamiento emocional que --nuevamente-- sentía. Me sentía esclavo y como esclavo actuaba. No fue hasta que decidí reenfocar y redefinir mi concepto de empleado que me di cuenta que ni era esclavo ni estaba preso.  Escogí enfocarme en el trabajo. Escogí hacer limonadas con los limones que me había, no regalado, sino tirado la vida. Asumí responsabilidad por estar en aquel ambiente de trabajo y decidí que no me afectaría más, porque el tiempo que estuviera allí lo invertiría no en quejarme sino en esforzarme en hacer lo mejor que pudiera con lo que tuviera a mi alcance. Estaba allí porque quería; la otra opción era renunciar.  Cuando me di cuenta de que sí había una salida. Sentí que tenía el control de tal realidad y me liberé.

La tercera acepción de la palabra «libertad» es la que me ha gustado más, sobre todo el final de la frase: por lo que es responsable de sus actos.  ¡Qué descubrimiento! Responsable de sus actos; en otras palabras, asumir el control de mi vida.

Si releo el segundo párrafo del documento, notaré que en todo lo que hacía, hacía responsable y le daba el control de mis sentimientos, de mis desgracias y mis pesares a todo lo que estuviera fuera de mí. Aquí las frases más comunes eran: es por culpa de Dios, castigo de Dios, la gente no me comprende, la tienen cogida conmigo.  No fue hasta que asumí la responsabilidad y tomé el control de mi vida, que cambié la perspectiva y comenzaron a romperse las cadenas de mi esclavitud mental.

Pero asumir la responsabilidad se dice fácil.  Llevarlo a la práctica no es un pellizco de ñoco. Asumir la responsabilidad es reconocer y aceptar las consecuencias de mis actos.  En el primer párrafo tuve que aceptar que la realidad no era como yo la percibía. Tuve que aceptar que mi estado mental jugaba un papel importante en la manera que actuaba y era el factor precipitante de mi visión distorsionada. Cualquier persona puede estar maniatada, en un calabozo estrecho, pero, si se lo propone, puede ser libre para pensar lo que quiera y vivir en libertad porque escoge sentirse así.

Cuando asumo la responsabilidad y el control de mi vida, me libero de las culpas, no hacía mí sino de estar culpando a los demás.  Por años viví culpando a todo el mundo de las cosas que me ocurrían. La más significativa era: El jefe no se lleva conmigo --cosa que era cierta--, pero yo era responsable de tal reacción. Era una reacción a mi actitud hostil hacia él y hacia todo lo que oliera a autoridad. Otra justificación significativa era que estaba gordo porque hasta el agua, me engordaba.  Mentira. Estaba gordo porque yo comía de más.

Aceptar esta última fue de las más difíciles, pero de las más liberadoras.  Estoy gordo porque me lo comí.  No hay que echarle culpas a nadie, porque nadie puede atosigarme la comida si no la quiero.  Dentro de mi locura, me chequeaba la tiroides constantemente, para decir que era la causante de mis problemas de sobrepeso. Los resultados SIEMPRE salieron negativos. El problema no era la tiroides, sino la tiraera de comida por el gaznate.

Por tanto, mi libertad es pensar que vivo sin ataduras mentales, sin prejuicios, sin resentimientos y sin culpas.

Sentirme libre me permite que no caiga en la trampa paranoica de que todos quieren acabar conmigo, que todos la tienen en contra mía.  Me da licencia para decir lo que siento sin tener que estar temiendo a lo que diga el resto del mundo. Es vivir sin estar sometido a hacer lo que la gente espera que uno haga y a vivir cohibido de hacer lo que uno verdaderamente ama o quiere hacer. Es no importarme que vean a uno lleno de emoción y de llorar si tengo ganas de llorar.

Sentirme libre es, como escribiera el cantautor Alberto Cortez, «comerme a conciencia la manzana sin el miedo ancestral a la sotana ni a la venganza final de Lucifer». Es tener el conocimiento necesario para poder discernir lo que es bueno para uno y lo que no lo es. Es evitar tratar de ser el redentor del mundo; dejar de cargar culpas ajenas y dejar que los demás aprendan, como tuve que hacerlo yo, a asumir su propia responsabilidad y a aprender de sus propios errores. Es entender que asumir la responsabilidad es un proceso individual. Es la ausencia de la carga de pecados capitales que le inculcaran a uno cuando niño, ausencia de cucos, ausencia del infierno.

Sentirme libre es escoger cómo me quiera sentir. Es entender que nadie a mi alrededor tiene el poder de hacerme daño mental. El daño me lo hago yo. Es no permitir, porque tengo la opción de no permitir, que nadie viva de gratis en mi mente.

Sentirme libre me da el espacio mental para soñar como cuando era niño. Es vivir con esperanza y sentirme satisfecho de haber hecho lo mejor que he podido con lo que he tenido. Es la ausencia del yugo de la perfección. Es llenarme de valor para reconocer mis errores pero no cargarlos como los cargué por años. Es la aceptación de que viví y vivo con temores y que los temores no son reales; sólo están vivos porque los alimenta mi mente. Es saber lo que me gusta y lo que no me gusta.

Al sentirme libre, soy capaz de avaluar los hechos en mi vida para eliminar el esfuerzo fútil de tratar de ser lo que no soy o perseguir metas estériles. Es comenzar a vivir con un lienzo en blanco y para seguir evaluando cómo se encuentran mis temores, mis rencores, la culpa hacia mí y hacia los demás, defectos de carácter que por años se apoderaron de mí. Hoy les he quitado el control y les he cerrado la puerta de mi mente.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El gobiero microonda.

El triunfo del Partido Nuevo Progresista en las elecciones de 2008, lo llevó a creer que Puerto Rico le había dado mano libre para hacer todo lo que se le viniera en gana y todo se le ocurriera y cómo se le ocurriera.  De seguro, como sabían ya que esta era una oportunidad única e irrepetible, decidieron crear el Gobierno Microonda.

El gobierno microonda no es otra cosa que, al igual que el horno, cocinar las cosas a la carrera y hacer las cosas sin pensar. Es un gobierno que vive de la ilusión y de la improvisación. También, se ha dedicado a mofarse de todo lo que no esté de acuerdo con su distorsionada visión de mundo y, como personas con conflictos con la autoridad, han trastocado todo lo que le suene a orden; han trastocado lo establecido, lo moral y lo ético.

El gobierno microonda es un gobierno fascista que está presto a hacerle frente a quien disienta de su posición.  Es un gobierno de brabucones regido por un senado autócrata. Su caudillo como una prostituta hábil sabe cómo contonearse para cobrar bien.

Lo triste de todo es que, durante la campaña de 2008, este partido se dedicó a venderse mediante treta y engaño prometiendo que traería otro redentor para Puerto Rico.  Se solidificó en un partido que se aprovecha del desespero de un pueblo para venderle la idea de que Puerto Rico se convertiría en la tierra prometida donde se tomaría leche y miel. La gran mayoría del pueblo creyó el engaño por estar acostumbrado a que le mientan, le roben, lo agredan y lo exploten.

Desde enero de 2009, Puerto Rico vive un tsunami --por ser la palabra acuñada por los líderes de barro-- de desesperanza, de atropellos, de violencia, de vejaciones y de inmoralidad. Vive arropado por el Tsunami de la plutocracia, del fascismo derechista que la masa no critica, cuya única intención maquiavélica es hacer lo que sea por conseguir la estadidad para un pueblo dormido que no es querido en los Estados Unidos. Tal parece que la idea es saquear lo poco que le queda a la Isla, aniquilarla, aplastarla, reducirla a nada para justificar la creencia de que sólo pegados al culo de los estadounidenses esta Isla echará pa’lante.

¿Cómo han hecho para de aniquilar la Isla? Despidiendo empleados que están hábiles y dispuestos a trabajar, aumentando la masa pansista que se atosiga de ayudas federales, embrutecido a un país para que no piense y exclusivamente siga a los “caudillos” como corderitos mansos, creando una vía verde que no es otra cosa vender lo poco que le queda a Puerto Rico por billetes verdes, aniquilando la clase media para que sólo existan dos tres clases sociales: la baja, la alta y la alta chusma.

El estreñimiento mental que tiene la masa de este país le impide ver otras alternativas, no le deja anticipar consecuencias. Lo que le importa a la masa son los enseres, incluido el microondas, que le dan justo antes de las elecciones para que voten por el candidato que les compra el voto. La masa está compuesta de gente que se vende al mejor postor. La inconciencia es tan brutal, que vivimos con el lema de: el que venga atrás que arre. No hay sentido de comunidad ni responsabilidad. Sólo la microonda gubernamental que sigue cocinando su plan a la velocidad de un rayo. El gobierno microonda nos está llevando a la tierra no querida, la tierra donde se come mierda con hiel.