lunes, 13 de diciembre de 2010

El Christmas spirit puertorriqueño

Las próximas tres semanas que se avecinan son las semanas en que Puerto Rico se enajena totalmente. Puerto Rico se descontrola para entrar en cierto modo en una tercera dimensión. La gente se abastece de licor y de comida como si viniera un Tsunami o un huracán categoría V. Todos se convierten don Teclo y doña Tecla y, sin visitar México, se meten en los centros comerciales a comprar, comprar y comprar sin tener dinero para pagar. Pero la última la paga el diablo.
 
A estas tres semanas le llaman le temporada navideña. Durante estas tres semanas intensas, los que tienen algo de dinero, preparan sus maletas para ir en búsqueda de la cosa blanca que quieren en Puerto Rico, pero que jamás nos llega. Todos agarran un avión y se van para Colorado inconscientes de que podrían regresar con una pata enyesada o algunos en la horizontal porque han tropezado con árbol que se les ha «metido» frente a ellos. Enajenación total.

Los que se quedan se atrincheran, ya con comida, bebida y regalos. Preparan el itinerario navideño. Algunos planifican quedarse en la casa y recibir al resto de la familia. Pero la norma es beber hasta la saciedad para sentirse contentos. Hay que amanecerse porque, de lo contrario, no se disfruta la Navidad. Hay que beber, beber y beber.

Esta es la época en que todos se ofenden si no se visitan. Es la época en chulear la casa que se han comprado, que han pintado y que deben completita al banco. Pero recuerden que la última la paga el diablo.

Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses, las borracheras hacen que la gente se olvide de que la criminalidad está rampante y la justicia inoperante. En esta época que termina, que en años recientes se ha convertido en meses, la mayoría se olvidará que en la puerta hay un estudiante que está pidiendo amparo para que le ayuden a conseguir los chavitos de la matrícula. Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses, la amnesia alcohólica hará que la gente no recuerde que el país se está cayendo en cantos, que los puertorriqueños no tienen ya ni voz ni voto porque el extraño es el que decide las elecciones puertorriqueñas. El cuco «foráneo» --palabra de moda-- no nos permite tener una mente clara para entender que las cosas se hacen poco a poco y de paso a paso. Durante esta época, que en años recientes se han convertido en meses o tal vez más, la responsabilidad cívica se echa a un lado porque hay que rendirle culto al diosito del alcohol etílico. Hay que bañarse en el me don’t care para darle paso a la jauja y al desorden moral y social.

Se nos ha olvidado que la Navidad y no el Christmas spirit es para recordar el nacimiento de alguien que nació hace muchos años y que vino a redimir el mundo, pero que parece que se olvidó de nosotros los puertorriqueños. La Navidad, como yo la recuerdo, era momento de recogimiento espiritual. Tal vez, hasta momento de hacer un acto de conciencia para ver cómo uno había cambiado, mejorado o empeorado. Para mí Navidad, sencillamente es evaluar mi vida para saber qué tengo que mejorar. La Navidad se ha convertido en un recuerdo de cuando era niño sin malicia y con mucha fantasía. Hoy, ante tanto crimen, tanto desasosiego e indefensión, sólo fantaseamos si nos intoxicamos con alcohol.

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