viernes, 22 de octubre de 2010

Mi amigo Pedro Carlos Escabí

Un profesor que más que maestro fue mentor.

Recuerdo cuando llegué al noveno grado. Estábamos todos muy entusiasmados porque llegábamos a la escuela superior. Éramos los frescos del colegio. Listos para que nos tomaran el pelo y nos hicieran todo tipo de travesuras.

Nuestra clase del 64, en aquel momento, no tenía maestro de salón hogar. No tenía maestro hasta que entró por la puerta aquel señor de estatura mediana, postura muy erecta, pelo ensortijado, espejuelos redondos que le cubrían gran parte de la cara, que vestía una camisa a cuadro que parecía un espectro todo detrás de una bola de humo de cigarrillo.

Al presentarse, su boca dejaba ver el resultado de un paro facial. Solamente un lado era el que funcionaba. Pero eso no le impidió presentarse. «Me llamo Pedro Escabí y seré su maestro de salón hogar y seré su maestro de matemáticas».

Pedro llegaba para enseñar a todos los estudiantes de escuela superior en la materia de las matemáticas. El impacto de su llegada no afectó únicamente al grupo de estudiantes de noveno grado, no. Toda la escuela superior se vería afectada por la llegada de Mr. Escabí, como todo le llegaron a llamar.

Lo primero que Mr. Escabí hizo fue romper con la forma tradicional de enseñanza en el Colegio. Su estilo más universitario creó un caos entre los estudiantes, monjas y padres de estudiantes. Todos se quejaban, pero nadie logró que él diera marcha atrás. Al final y a la postre, todos agradecerían a Mr. Escabí que los hubiera preparado para el estilo universitario que tendrían más adelante.

Pedro era muy particular. Su manera de resolver los problemas de disciplina era con un cocotazo. Su cocotazo era muy particular. Era hacer un puño dejando en ángulo el dedo del corazón para que sobresaliera. De acuerdo con la fechoría, el estudiante podía recibir un cocotazo de media o uno completo. Y créanme que el de media era lo suficientemente fuerte como para dejar al estudiante sobándose la mollerita.

Pedro, además de ser profesor de matemáticas, era un músico y un historiador. Gracias a él, se prepararon espectáculos llamados Sing Songs en la Academia Perpetuo Socorro en Miramar. Durante su estadía en el Colegio, logró renovar el himno del Colegio: San Agustín nuestro gran colegio. San Agustín es amor y caridad…

Cuando ya la clase del 64 se convertía en la clase graduanda de 1967, Mr. Escabí, en su clase de Historia de Puerto Rico, volvió a romper con lo establecido, trayéndonos para que diera una charla al gran escritor puertorriqueño René Marqués. Aquél día, fue un día memorial para muchos de nosotros. En otra ocasión, nos trajo a un ducho de la cultura Igneri, Walter Murray Chiessa. Otra experiencia memorial.

Pedro Escabí llegó cuando la clase del 64 llegó a escuela superior y se marchó cuando su grupo de salón hogar se graduó de escuela superior en el año 67.

Al cabo de los años, decido regresar a la universidad. Una mañana mientras me dirigía hacia el edificio Pedreira, veo a aquel señor que viene muy erecto, con espejuelos grandes y pelo ensortijado. Enseguida le reconocí. Pedro. Ya uno frente al otro, le saludé. Su respuesta fue preguntarme: «¿Cuál eres?» Le digo: «Soy Chialito del Colegio San Agustín». Compartimos un poco y ahí me dijo que tenía que llegarse al Centro de Investigaciones Sociales, donde trabajaba.

Nos despedimos y cada cual siguió su camino. Volví a mirar y vi a aquel hombre que se alejaba y me sonreí. Allí iba mi amigo, mi mentor, Pedro, camino de la facultad de Ciencias Sociales. Le perdí de vista siendo esa la última vez que le vi. Al tiempo, me enteré que había alzado vuelo hacia el lugar etéreo que una vez nos mostró por medio de su música, para romper barreras y revolucionar el cielo.

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