martes, 19 de octubre de 2010

La pobreza

Nací cuando la pobreza tenía cara de necesidad, cuando era íntegra y vivía con la esperanza de que fuese algo pasajera. La pobreza era amiga de la moral y de la espiritualidad. La moral era recta y rica; la espiritualidad, también.

Durante mi infancia, la pobreza fue amiga y protectora. Todos se hermanaban por la pobreza y todos, como familia, se ayudaban para salir de la escasez. La meta óptima era conseguir un trabajo para devengar un salario. El salario era para comprar lo necesario, lo básico. En lo básico no había espacio para lujos. No había nada privativo. Todo se compartía.

Más tarde, la pobreza pasó a un segundo plano porque el progreso vino al rescate. Para este tiempo la pobreza era menos, y la moral y la espiritualidad comenzaban a escasear. Durante esta época, hubo mudanzas, hubo mejoras. Nos alejamos de la pobreza y seguimos la ruta del progreso. Aquí ya la gente tenía algo propio. La moral se fue corrompiendo y la espiritualidad se fue torciendo.

Sin darnos cuenta la pobreza cambiaba y se iba convirtiendo en algo acomodaticio y a la vez en algo feo. La pobreza no quería ser más pobre. La pobreza quería ser igual que el progreso, pero no tenía recursos. La pobreza se volvió avara y agredió por asalto al progreso. La moral torcida se hizo aliada de la pobreza para olvidar la espiritualidad. La pobreza buscó más pobreza para hacerse grande y desvalijar al progreso. Poco a poco lo fue logrando. La moral torcida era la regente y se hacía lo que ella requería. La espiritualidad iba camino al destierro.

Hoy la pobreza vive de la panza y de lo ajeno. La pobreza, aunque no sea pobre, se hace pasar por pobre y busca para estafar al progreso. La moral torcida ha erradicado la espiritualidad. Ya no es pobreza económica. Se ha transformado para convertirse en pobreza de espíritu y en pobreza del alma. La pobreza se desbarata a sí misma para ser más pobre y así aprovecharse de los beneficios que le ofrece el progreso. La moral torcida se burla porque reina sola.

La moral torcida se levanta como aplanadora ante todo lo que le lleve la contraria. Se apropia de lo ajeno, destruye lo comunitario. Sus aliadas, la moral ciega y moral fascista, son co-gobernantes, y aún así no han podido acabar con la pobreza. La espiritualidad muere sola en el destierro.

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