Toda esta aventura me recordaba la emoción y expectativa que se generó cuando todos esperábamos el cataclismo que ocasionaría la llegada del 2000. Recuerdo que me anclé frente al televisor a ver todas las despedidas de año de los diferentes países del mundo, y cómo cada país recibía la llegada del 2000. Todo era fuegos artificiales, gritos de alegría, una maravilla. Excepto por Puerto Rico, que por estar dando chiste desperdiciaron la ocasión.
Ayer desde por la mañana, me conecté con Univisión y comencé a ver cómo, uno por uno, comenzaban a salir los mineros. Ciertamente era como si la tierra los pariera. Cómo cada uno manifestaba su alegría y agradecimiento de haber nacido nuevamente. Salió el que vitoreó con los presentes. Salió Gómez, el mayor que se arrodilló a rezar y les dañó la numerología porque añadió al minero 34, Dios. (Me aprendí el apellido porque era de los pocos mineros cuyo apellido no llevaba la letra A). Estuve pendiente al minero 21, el adúltero que quería que le hicieran siguieran el hoyo para salir por el otro lado del mundo. Y por último, Urzúa, el último minero que salió del Fénix 2.
Mi pecho se apretaba cada vez que salían. Se apretó más cuando salió el último, cuando habló el presidente. Se apretó más con los abrazos, con los mensajes llanos pero llenos de algo que muchos llaman amor. Me emocionó ver al pueblo chileno dar cátedra de cómo es que se hacen las cosas, de cómo hay que unirse por el bien común. Me impactó la sobriedad y cordura con que se llevó a cabo todo el evento.
Me acosté, pero no quería salir de la burbuja chilena. Sin embargo, el cansancio me dominó.
Esta mañana y sin quererlo, me sustituyeron la burbuja chilena por la burbuja puertorriqueña. Esta burbuja que contiene múltiples burbujas pequeñas en su interior, que si las enumero me faltaría papel.
Al despertarme, me enfrento a la noticia de la legisladora equina que quiere hacer un registro de animales para que los amos paguen por tener sus mascotas. Como si en Puerto Rico todo estuviera tan y tan bien, que no tuviéramos que preocuparnos por otras cosas. Gracias a Dios, que no tenemos problemas de inundaciones. Gracias a Dios, que la drogadicción está resuelta. Gracias a Dios…
Me preguntó si la legisladora equina se puso a pensar en la crisis que ocasionaría su medida cuando muchos puertorriqueños con mente de burbuja echen a la calle las mascotas realengas que recogieron porque NO --repeat with me-- NO van a pagar nada. En su lugar, si hubiese tenido la oportunidad de presentar legislación, hubiese propuesto que diezmaran de todas las dietas cobrabas por las partida de acéfalos legislativos. De seguro que resolvíamos el problema fiscal en la Isla.
En ese momento, me vino a la mente qué hubiese pasado si los mineros, en vez de chilenos, hubiesen sido puertorriqueños. Lo primero que pensé es en la crisis que crearían los líderes de este país porque no se hubiesen puesto de acuerdo para ver quién sería el protagonista durante el rescate. ¿Sería Fortuño, Rodríguez Ema, Rivera Chávez, Mr. Pierluisi con la ayuda de los federales, el alcalde Vega Borges, el flamante Santini? Bueno, el asunto de los alcaldes supongo que se resolvería dependiendo de dónde estuviese la mina de M… ¿Estaría Figueroa Sancha esperando con las bombitas de gases lacrimógenos por si las esposas o chillas se ponían fresquitas con los de la fuerza de choque? ¿Estaría Luce esperando con pencas de palma y se les pegaría a los mineros para darles el beso protocolar mientras en la otra mano agarraba su botellita de sanitizer?
Todas estas preguntas hicieron que la emoción se desinflara más rápido al caer en cuenta de que posiblemente las fotos que corrieran todo el mundo serían fotos de la cara de asco de la primera dama luego de los besos, los rescatistas tomando cerveza o jugando con los rifles del FBI, los líderes empujándose para salir en la estampita. Posiblemente, la discordia caudillista anquilosaría todo esfuerzo para rescatar a los mineros que se cuestionarían en la penumbra: «¿Cuándo se podrán de acuerdo estos incompetentes y nos sacarán de aquí?».
Me imagino las esposas de los mineros con los dubi-dubi o con los rolos hechos con los cilindros del súper tubo, esperando la salida de su mancebo. Todas ellas con los pantalones de cotton knit, rollizas, mostrando la barriga de cerveza y las gafas tipo Maripili. Contoneándose de lado a lado para, al final, tirarse al piso a aullar de alegría.
Me imagino los arañazos de las dos mujeres que compartían el génesis de la vida del minero adúltero. Me las imagino hablando ante las cámaras con su lenguaje florido y acusándose una a la otra de ser una robamarido. Todo lo que se hubiesen dicho, y que hubieren recogido las cámaras de CNN en español, para difundirlo por el mundo.
Me imagino…
¡Dios mío! Llamen al médico que se me ha subido la presión.
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