La mujer llega corriendo a contestar el celular que dejó sobre la mesa. La voz llorosa de su comadre le informa que su marido ha sido uno de los presos que murieron ahogados luego de que un golpe de agua arrastrara la camioneta del penal corriente abajo, Atónita, se despega el celular de la oreja al darse cuenta de que no habrá manera de cobrar las pensiones alimentarias atrasadas. Intenta llorar, pero no puede. De manera súbita, la expresión facial le cambia cuando la risa se apodera de ella. Enseguida grita:
—Silbinet, Brian, Christian, Jennifer y Glendalí, vístanse que vamos a buscar un abogado; avancen., ¡Salimos de pobre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario