lunes, 20 de abril de 2015

Eslabones

Ebrio de pasión, el príncipe corrió tras niña hermosa, pero solo encontró la zapatilla izquierda. Al día siguiente, se pregonó que la que calzara tal zapatito sería la esposa del príncipe. El joven y su séquito visitaron todas las casas en el poblado sin éxito alguno. Solo faltaba por visitar la vivienda de la mujer abandonada y sus hijas. Tan pronto tocaron a la puerta, el hada madrina, desde el bosque, batió su varita mágica y grito: “Será ojo por ojo”. Una densa neblina escapó de entre los árboles y arropó la vivienda durante el tiempo que duró la ceremonia. Las primeras en probarse los zapatos fueron las hijas de la mujer. A ninguna le cupo el pie en forma de pezuña. Llegó el turno de la cenicienta, pero los juanetes impidieron que la delicada pieza entrara en el amorfo pie. Fue entonces que el príncipe, sorprendido, se acercó a la madrastra y, con desgano, probó la delicada pieza de vestir en el pie de la señora. La zapatilla quedó como guante hecho a la medida. La mujer plebeya se maravilló. El príncipe, disimulando el asco que le provocaba aquella vieja, manifestó que cumpliría con su promesa de casamiento. Hasta el fin de sus días, la madrastra sufrió en silencio un maltrato mayor al de la cenicienta.  

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