Hoy la niña estuvo conversadora. La
cara le resplandecía como un sol que no quiere apagarse. Notó olas nuevas
durante el paseo. La vi atenta. Vi su asombro con las nubes cirros y los
cumulonimbos, a la vez que un avión que salía de entre ellas.
Me contó de su mamá de crianza y de
cuando la llevaron a trabajar a El corte inglés en San Juan; de cómo le enseñaron
a coser pantalones de hombre. De cuán fajona ha sido desde joven.
Me habló de su hijo, el único que
tiene. De que ayer la llevaron a dar una vuelta y almorzó algo en un sitio que
no recuerda. La escuché.
Entonces preguntó:
-¿Y para dónde vamos?
-Para Morovis, le dije.
¬-¡Para Morovis! ¡Qué bueno! Hace
tiempo que no vamos para allá.
Sonreí para no decirle la verdad
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