¿Cuántos
hemos escuchado, en algún momento de nuestra infancia y hasta en la
adolescencia, la famosa y vaticinante frase: estás buscando lo que no se te ha
perdido? En mi caso fue muy famosa porque me la repitieron hasta la náusea. La
catalogo “vaticinante” porque, cada vez que me sentenciaban con ella, sabía lo
que venía después. Pues esta mañana me levante a buscar lo que no se me había
perdido; un acto que hacía con frecuencia, pero, luego del Huracán María, dejé
de hacer. Lo considero un hábito divertido porque me encuentro cosas que no
esperaba encontrar. Aparecen objetos o libros, papelitos con mensajes
positivos, que me recuerdan momentos y situaciones muy importantes en mi vida.
(Algo parecido me ocurre con la música, pero de eso escribo otro día).
Tan
pronto desayuné y me pesé, hay que hacerlo diario para ver cuánto comí el día
anterior y hacer los ajustes correspondientes durante el día, me metí en la
oficina a buscar lo que no se me había perdido. Antes puse a funcionar el
acondicionador de aire, la computadora y, en lo que cargaba el sistema
operativo de mi aparatito viejo, abrí una de las puertas de la pequeña
biblioteca y me topé con una foto que hacía años no veía. Era del día de mi
graduación de maestría luego de defender tesis en el Programa Graduado en
Traducción. Estaba yo con mi toga y birrete, pero lo que me emocionó más fue la
personita que se encontraba a mi lado con una sonrisa más amplia que la mía. Mi
querida amiga Angie. Tan pronto, Angie se enteró de la graduación, pidió permiso
a los cocorocos de la UPR para que le permitieran estar en el escenario durante
la graduación y ser la segunda persona, luego del presidente obviamente, en
felicitarme por tal logro.
De ahí la
mente se fue a otro momento, como el del 16 de mayo de 2018, en el que, a
última hora, me sirvió de testigo en un evento memorable. Recordé momentos compartidos
con ella y las aventuras, como cuando nos reuníamos en Ponderosa de la parada
18 y el viaje que compartimos a la ciudad que nunca duerme. Éramos más y, por
carambola, recordé a otra personita, amiga de ambos, a Mayra, quien fue la
responsable de que tuviese una entrevista que resultó en mi entrada al programa
graduado y encima fue lectora y parte de mi panel de tesis.
Mientras
pensaba en todo esto, no noté, hasta un rato después, cómo la cara se me había
relajado y tenía una sonrisa. La respiración se desaceleró. El dolor de espalda
amainó. Me envolvió un sentimiento de agradecimiento por estas dos mujeres,
aunque hay más, que me abrieron puertas para que lograse lo que por largo
tiempo pensé no podría.
Siempre ocurre
lo mismo, cada vez que busco lo que no se me ha perdido, me encuentro cosas,
artefactos, revistas extraordinarios que me transportan a recuerdos gratos y la
comprensión que me lleva a afirmar, como ya conocen el lema del cartel que está
en la puerta de la oficina, lo que pueda lograr solo lo sabré cuando lo
intente. Y así fue que encontré lo que no se me había perdido esta mañana. Paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario