viernes, 7 de mayo de 2010

Siempre, cuando he llegado a edades que marcan la vida del ser humano, he tenido unas expectativas de cómo sería cumplir la edad y qué cambios habría en mi vida.

La primera edad que esperé con ansias fue cumplir los 13 años. Era cuando uno se convertía en teenager. Dejaba de ser un niño para pasar a ser un adolescente. Wow, qué experiencia. Dentro de este grupo que llegaba hasta los 19, sí hubo cambios. Hubo cambios biológicos. Hubo cambios de perspectiva. Fue el período en que se cae el velo de los ojos para ver lo que realmente es la vida. Se va la infancia; pierdes la inocencia para deslumbrarte con el entorno real. Pasé de la escuela a entrar a la universidad. Y ahí sí que entré en la preparatoria para convertirme en hombre.

Durante los años universitarios, adquirí otra perspectiva. Probé a conciencia la "fruta prohibida" y se dejé atrás la inocencia infantil. Durante estos años, la perspectiva se amplía. El flujo de conocimiento que me arropó fue de tal magnitud que me envolvió totalmente y me transformó. Se estudia, se marcha, se lucha, se ama, se duele, se ríe, se ama, se piensa, se extraña, se llora. En síntesis, se vive.

Ya el próximo grupo que esperé con ansias fue entrar en la década de los veinte y, en especial, llegar a los 21. Era llegar a la mayoría de edad. Era la emancipación. Ya me mantenía yo mismo. Era un verdadero adulto. Tenía derecho a votar. Nadie me tenía que mandar ni decir lo que tenía que hacer y lo que no. Al llegar a esta etapa de mi vida, nada cambió. Fue como cuando uno se levanta por la mañana luego de la despedida de año. Nada. O sí, quizá una intensa resaca por todo el licor que bajó como catarata por la garganta. Esperaba que la manera de comportarme y de pensar diera un giro de 180 para ser más serio y más formal. Nada ocurrió. Seguí siendo el mismo. Se trabaja, se disfruta, se bebe, se ama, se lucha, se extraña, se sangra y se llora. En síntesis, se madura.

Ya en la década de los treinta, vuelvo a esperar con ansias el cambio de debe venir por tener diez años más. Nada. Es el tiempo en que desperté de veras a la vida. La perspectiva fue más real, más cercana a los matices grises que tiene la vida. La vida se tornó más sedentaria, más estable. Se trabaja, se lucha, se pausa, se piensa, se ama y se llora. En síntesis, se estabiliza.

Ya a los 50, pensé que por fin llegaría el cambio esperado donde pasaría de ser un hombre inmaduro para convertirme al fin en el hombre estable y sapiente. Esta época entró con fuerza y fue un comenzar de nuevo. Ya supe lo que quería. Supe lo que era verdaderamente importante. Supe lo que no quería. Llegó la asertividad y la libertad de no tener que vivir para llenar las expectativas de nadie. Se presentan los surcos en la piel. Se estudia, se trabaja, se lucha se piensa, se ama. En síntesis, no hay reproches.

Al llegar a los 60, me tengo que reír. No sé por qué el número me llegó. Los 60, según la sociedad, es la etapa cuando la gente deja de ser adulta para pasar al próximo grupo llamado de la Tercera Edad. Otros sinónimos son viejo, anciano, envejeciente (que todos lo somos desde que nacemos). Estoy a dos años para convertirme en jubilado o retirado. Es como si uno fuera un descartado, pero no me siento así. Me encanta decirlo porque todos me dicen que no los represento. Mientras más joven es a quien se lo digo, más joven me ponen.

Considero que estoy en mi mejor momento. Como dice la canción: confieso que he vivido. Tengo mi historia. Tengo las huellas del tiempo tanto en mi cara como en mis huesos. Hasta hoy, he soñado, he esperado, he trabajado, he sentido, he sufrido, me he reído, he pensado, he evaluado, he llorado; he vivido. Sin querer --o con toda intención-- he vivido lo que me toca vivir. Lo mejor de todo es que mi travesía siempre ha llevado un norte. Pensar que tengo 60 años me produce una sonrisa. No hay arrepentimiento. Si tuviese que escoger vivir de nuevo, escogería el mismo camino. Todo ha sido un proceso de pulir mi alma, de moldear mi ser. Lo mejor de todo es que amo, tengo fe y vivo con esperanza. Más que todo, soy libre.

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