La semana pasada Puerto Rico leyo, vio o escuchó con gran sorpresa la absolución de los acusados de la llamada masacre de Pájaros. Hoy aparece en los rotativos del país que momentos más tarde grabaron al juez que adjudicó el fallo absolutorio compartiendo y celebrando con vino espumoso en un establecimiento en Bayamón.
Me preguto: ¿adónde ha ido a parar la imagen de imparcialidad que deben tener los jueces? Y añado: ¿adónde ha ido a parar la integridad que deben tener los que seleccionan a los funcionarios exclusivamente por su ideología política? Tal parece que, al fin, ha quedado de manifiesto un secreto sabido a voces.
Cuando comencé a trabajar en el Tribunal como oficial sociopenal, el director del negociado fue enfático en que podía participar en actividades política, pero evitar la participación activa que me identificara de alguna manera. También, que no debería aceptar regalos de ningún probando porque podría verme en situaciones embarazosas si hubiese que revocar la probatoria.
Sin embargo, de primera mano sé que aún para la década de los 70 ya se comentaba de jueces que se podían comprar por la suma adecuada. Incluso, hubo uno que, en una peticion que le hiicera yo, me lo manifestó abiertamente. Claro está, ahí quedó el asunto.
Pero por años, los jueces han sido los intocables en este País. Su palabra ha sido como testimonio bíblico sin que nadie lo cuestionara. Penosamente con el correr de los años, se han colado en lo que han producido las escuelas de Derecho en Puerto Rico individuos que nadie puede entender cómo rayos lograron pasar la reválida de abogados y llegar a postular en el Tribunal. De igual manera, la estatura de estos ciudadanos ha bajado como consecuencia de la persecución monetaria. Es decir, que por dinero baila el mono.
Los togados de mayor tiempo manifiestan su malestar con lo que "sube" como abogado. Indican que todo el civismo y respeto que permeaba la negociación ha pasado a un segundo plano. Lo que importa es la actitud troglodita de "dog-eat-dog", como diría el americano. Dicho de otra manera, actitud ruda o de perros que se comen unos a los otros. No hay lealtad, no hay integridad, no hay honestidad. La idolatría es hacia el dinero y muchas veces dinero fácil.
Por lo tanto, que nos encontremos en esta situación donde un juez (y lo escribo en letra minúscula) actúe de la manera que lo hizo este juez, no me sorprende. Lamentablemente, hoy por hoy casi todo el mundo tiene un precio.
Yo no. Jamás olvidaré cuando un abogado, mediante su secretaria, me sugirió que me pagaría mil dólares (en el 1974) si podía hacerme cargo de un peticionario de probatoria que habia en la oficina. Obviamente, para que le concediera el beneficio de probatoria. Mi fuiria fue tal que le contesté: "Dile a tu jefe que se equivocó de persona. Ni por mil ni por un millón de dólares. No voy a dañar la imagen de una oficina tan honorable como lo es la oficina de Probatoria de Adultos. Dile que se montó en la guagua equivocada". Así pensaba y asi´pienso todavía. No hay ninguna cantidad de dinero que me corrompa. Las dos más invaluables que tengo son mi integridad y mi honestidad. Me lo enseñó un jibarito con un segundo grado, pero con un carácter intachable. Mi padre.
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