Así me llaman «la caimana». Literalmente soy la hija de la
gran y más famosa puta que ha dado Puerta de Tierra y a orgullo. Con el
articulito «la», como mi título: Sr. Sra. La. Y me importa un carajo. Eso de
que el «la» es algo despectivo, peyorativo, que se usa para degradar a la mujer
es pura mierda. Para mí, que me llamen La caimana como a La Chacón es símbolo
de poder. De hembra que tiene los ovarios en su sitio. Y que le importa una
teta lo que digan los demás. Que manda y va. Que conmigo no se jode.
La caimana. Suena a mujer peligrosa. Y eso soy un peligro
que sé lo que quiero y lo exijo. A mí ningún pendejo me viene a joder porque
sabe que lo bobbitteo como hizo Lorena. Pa que se cague en su madre.
Salgo de noche y hago lo mío. Me gustan los hombres
grandes, negros, a los que pueda agarrar por cualquier lado y morderlos,
arañarlos. Que estén dispuestos a todo. A que los tire en la cama y los cabalgue
como jinetera cubana. Que griten de dolor, pero que griten. A cantar en trio o
a pintarme en cuadros. Hombre con hombre y yo mujer dispuesta a que me llenen.
U hombre con mujer y yo en el medio.
La caimana. No fumo ni bebo. Solo sexeo y con el gorrito
puesto. Eso de sextear es una mierda como masturbarse a solas. A mí en carne y
hueso todas las veces del mundo.
Está a punto de amanecer. Ya es hora de regresar al
convento, cambiarme el hábito y acostarme a dormir. Mañana temprano, vestida de
blanco, bajaré a la iglesia, rezaré un padrenuestro y tres avemarías para
pedirle a Dios que me perdone una vez más. Las aguas volverán a su nivel hasta
la próxima luna llena.
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