jueves, 6 de enero de 2022

Días de Reyes

Los días de reyes siempre son memorables para mí. De niño, recuerdo los «Acuéstese y deja eso para mañana» de mi papá cuando me levantaba de madrugada a ver lo que me habían traído los reyes.  Lo mismo ocurría por el vecindario.  También recuerdo la vez que, en la víspera, cruzamos la calle y paramos cerca de la vía del tren a cortar yerba para los camellos y él, sin querer, pasó el cuchillo muy cerca de mí y me cortó el muslo.  Esa víspera no fue nada grata para él. Creo que sufrió más la cortadura que yo. Pero, aun así, los reyes llegaron.

 

Ya de adulto la llegada de los reyes el año siguiente al Huracán María también fue memorable. En la víspera, fue el día en que la Autoridad de Energía Eléctrica reestableció el servicio en el bolsillo dentro del bolsillo que se encontraba dentro de otro bolsillo donde vivía.  Recuerdo la contentura que me entró cuando vi aumentar los números digitales del contador de luz recién instalado. Lo primero que hice fue encender el calentador y darme un duchazo de agua caliente. Luego, terminar de empacar los bártulos porque al día siguiente, Día de Reyes, saldría en el último viaje en un crucero por el Caribe.  Me caminé la Meca y la Tuntuneca con un bastón prestado que, al final, dejé olvidado cuando me bajé del barco. Lo próximo sería el reemplazo de cadera el mes siguiente.

 

El Día de reyes del año siguiente fue el año en que la tierra se movió sabrosa y nos regaló el terremoto que destruyó gran parte del sur de la isla.  Recuerdo que salí a ver cómo estaban las cosas en casa de mi mamá y ella, ya con los comienzos de la condición, no paraba de repetir cómo le habían movido la cama.  Si mal no recuerdo, ese día tomé la decisión de mudarnos a Morovis y vivir todos juntos.  Tres meses más tarde, llegó lo que se suponía que no llegara porque China estaba muy lejos: el covid-19.

 

Durante el año 2020, el Día de Reyes pasó sin pena ni gloria. Todavía estábamos renuentes a reunirnos, a salir de nuestra burbuja de seguridad.  Aún estábamos en espera de la famosa vacuna. En febrero, mi mamá y yo recibimos nuestra primera dosis.  Entonces, nuestros viajes por la isla sin bajarnos del carro se redujeron. Nos atrevimos a ir a un centro comercial por primera vez. Y ella fue feliz metiéndose por entremedio de los pasillos llenos de telas.

 

Este año, el Día de Reyes, ha comenzado silente. Ella duerme porque se acostó tarde anoche. Yo amanecí pensativo, con la cabeza evaluando todos estos períodos navideños. Hace más de dos años que no vemos la familia en Jayuya. Sin embargo, por alguna extraña razón. Nos hemos encontrado por la redes sociales.  Algunos nos hemos hablado por teléfono y varios de los sobrinos de mi mamá han hablado con ella. ¿Y cuál tú eres? Yo soy el hijo de su hermano; yo soy la hija de su hermana, tía. Ella ríe cuando habla con ellos.  Hemos sufrido en la distancia la pérdida de parientes víctimas de esta pandemia que se resiste a morir.

 

No ha sido hasta hoy que he caído en cuenta de que, durante estas navidades, he sentido el espíritu de la Navidad conmigo. No lo tenía desde hace años.  Esta mañana amanecí cantando mentalmente la canción de Andrés Jiménez: Caballitos de palo.

 

El Día de Reyes, un niño pobre

recibe un sobre con un mensaje

Una postal, dice este año

no habrá juguetes, firma Gaspar.

No te preocupes Gaspar

dice risueño aquel niño mi regalo es el cariño

de mamá, papá y mi hogar.

 

Que este Día de Reyes, sea uno en que el cariño y el amor se manifieste en todos los hogares de mi país, en especial que nos sigan días repletos de salud y más vida.  Felicidades.

 

 

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