jueves, 1 de septiembre de 2011

La cosecha

XX de XX de XXXX
Sra. Himena de Pablo:
Acuso recibo de tu carta en la que me pides que te perdone por todo lo el dolor que me ocasionaste y que te dé una oportunidad para trabajar conmigo nuevamente. Con relación a la frase de “trabajar conmigo nuevamente”, te recuerdo lo siguiente: fuiste tú la que rompió nuestra relación de trabajo. Fuiste tú la que entendió que yo no podía trabajar contigo porque habías perdido la confianza en mí. No entiendo; ¿cómo es que ahora podrías tener confianza en mí si ya la perdiste una vez y fue motivo de que acabara la relación profesional?
Lo que noto es que no manifiestas en tu carta las cosas que debo perdonarte. Qué bueno que a mí no se me ha olvidado ninguna. Ya sabes que mi problema es que no olvido nada. No es que me regodee en el recuerdo, pero recuerdo todo aunque pase a un segundo plano. Todas las actuaciones tuyas las tengo claritas en mi mente.
Te las voy a enumerar una por una: quien más trabajaba en la oficina era yo porque tenía mucho interés en aprender el oficio y en que el negocio levantara. En cambio, tú dabas la impresión de ser la supervisora mía en vez de ser condueña conmigo. Al echarme de la oficina, te quedaste sin empleado, pero tal parece que seguiste de supervisora de nadie sin hacer lo que había que hacer para mantener el negocio vivo. Meses después me enteré que pereció. Que ¿cómo lo sé? Tus secretos no son tan secretos, se propagan como la pólvora. No he sido el único del que te has aprovechado.
No quiero volver a vivir sin tener un salario seguro al terminar la quincena o el mes. No puedo con la escasez económica que viví durante año y medio. Desde hace mucho que no sé lo que es la incertidumbre económica. Para cada servicio que sale, llega la paga.
Jamás podré olvidar la frase alusiva a la desconfianza. Aún retumba en mi mente el momento cuando me acusaste de que me quería quedar con el negocio. Nada más lejos de la verdad. Tal acusación lastimó una fibra muy dentro de mi ser. Me acusaste de algo que atentaba contra mi imagen y mi integridad, y lo hiciste por mero capricho impulsivo, sin nada que pudiera sustentarlo porque era mentira. Siempre trabajé de manera transparente. Nunca pensé quedarme con ninguno de los clientes. Por el contrario, quien trajo clientes nuevos fui yo. Tú vivías de la caridad de tus compañeros que compartían su trabajo contigo; eras la suplente cuando ellos no podían. Vivías a la sombra de los demás.
Aún recuerdo el orgullo herido cuando bajaba por la carretera camino a casa. Luego de haber dejado un trabajo estable, sentí que me habían sacado la alfombra de debajo de los pies. Me quedaba sin empleo, con deudas y con un préstamo que mi madre había hecho como inyección de capital para comenzar el negocio. Me sentí traicionado y mancillado sin ninguna razón.
Me confrontaste con un documento legal que dividía lo poco que había, pero que estaba sustentado con tus ilusiones y delirios paranoicos. Ese día comprendí por qué los ex maridos tuyos no querían volver a verte. Por qué todos se llevaban lo que habían traído al amancebarse contigo. Posiblemente dirías lo mismo de mí, que te quité todo lo que pude.
Ese día bajé sólo con el conocimiento que adquirí en año y medio; mientras que tú te quedabas con todo lo material. Sólo logré regresar con la computadora que tenía desde antes, el escritorio y el diccionario bilingüe que dije que no estaba dispuesto a dejarte. Lo demás lo perdí. Perdón, me desapegué de ello. Al final y a la postre no perdí nada. Hasta aquí conocías. Ahora te pongo al día.
Tan pronto llegué a mi casa dejé salir toda la ira, la humillación y la decepción que me ahogaban por dentro, pero no me dejé caer. Al día siguiente, comencé a actualizar mi currículum vitae y me tiré a la calle a buscar clientela nueva. Por cosas del destino, dos de los clientes que había llevado a la compañía me llamaron y comencé con contratos nuevos. Poco a poco comencé a tener trabajo y a generar ingresos nuevamente. Levanté mi negocio mientras veía cómo el tuyo iba de picada, pero no alegré. Me dio lástima ver cómo se desperdiciaba un talento, porque te reconozco que tienes talento e inteligencia, pero no sentido común.
¿Te acuerdas la vez que tuviste la desfachatez de solicitarme papel para la computadora y te dije que trabajaba con papel en blanco al que le incorporaba el arte cuando lo imprimía? Era cierto; lo que no te dije es que tenía una caja casi completa del papel que necesitabas, pero escogí copiar tu manera de actuar en tales casos, la que aprendí contigo. Me escuché pronunciar tus palabras: «Primero me lo como antes que lo utilice». Y así fue, hace par de años tiré la caja casi completa a la basura.
En resumen, la acción de que no confiaras en mí vino a ser una gran bendición. Yo desarrollé confianza en mí y me di cuenta de que puedo salir adelante por mis méritos. Mi dedicación y sentido de organización me han llevado a que sea exitoso y muy respetado por mi clientela. Nunca he tenido un atraso en las cuentas y siempre he devengado mi salario a tiempo. No tuve, ni tengo ni tendré necesidad de apropiarme de ningún cliente de los que tenías previo a mí porque no me han hecho falta. Mis clientes me respetan porque soy honesto con ellos.
Mi querida Himena, no te guardo rencor. El Karma se ha encargado de cobrarte todo lo negativo que has hecho. Muy diferente a ti, mi familia se siente orgullosa de mí. No acepto la petición tuya porque hoy me quiero más a mí que a ti. Por mi parte, puedo decirte que hoy quien desconfía de ti soy yo. Opino que eres una persona que no tiene palabra y que vive arropándose con secretos y falsedades. Has cosechado, igual que yo, lo que has sembrado. Y para terminar con una frase trillada: caridad contra caridad no es caridad. Te deseo lo mejor del mundo, pero lejos de mí. No confío en ti, y lo repito: no confío en ti.
Hasta nunca. ¡Ah!, y piensa de mi lo que quieras inventarte; o catalógame como si fuese un difunto; así te califico cuando me acuerdo de ti.
Cordialmente,
Pedro de la Colina                  
Pd. como notarás la segunda carta te la devuelvo sin abrir. Con una que haya leído es suficiente.

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